EL AÑO MAS VIOLENTO. «El gran dinero» *

el año mas violento

“EL AÑO MÁS VIOLENTO”, de J. C. Chandor

Por A. Cirerol

He aquí un film que bajo la apariencia de un thriller preciso y austero nos presenta con claridad ciertos aspectos del funcionamiento del capitalismo. Su tema principal, mostrado casi obsesivamente, es el dinero. Como “forma en que inaugura su proceso como capital”, como “valor general y constituido en sí de todas las cosas”, como “representante de todos los valores”, como “esencia alienada de la existencia del hombre” (Marx).

Su realizador, J. C. Chandor, lo señala también como motor de la violencia. Sin embargo, en este thriller, tendente a la sobriedad y la modestia, intensamente moral, la violencia manifiesta está prácticamente ausente. Esta excepcionalidad (casi una rareza) lo aleja de otros realizadores supuestamente afines como Scorsese o James Grey, tan propensos, sin embargo, al exceso y al histerismo. En la comparación, gana Chandor. No hablemos ya de otros adictos a la exageración autocomplaciente como Joel Coen, Abel Ferrara, Andrew Dominik, Fincher o Tarantino. Todos ellos gustan de mostrarnos cómo funciona la iniquidad inherente al individuo. Chandor nos revela la iniquidad del sistema. Y al contrario de aquéllos, incondicionales del espectáculo y el formalismo, Chandor se ciñe a la efectividad del guion y de la función interpretativa.

Su protagonista, un empresario que intenta hacer frente a las complicaciones inmanentes a la expansión de su negocio, no actúa como un gánster, como sin duda haría si fuese el héroe de una película de Scorsese. No sólo no emplea la violencia, sino que, ya sea por cálculo, temor o convicción, huye insistentemente de ella. Quizá por su condición de inmigrante asimilado quiere creer en el mito americano del hombre que triunfa por su ambición y su esfuerzo. Cree que puede enriquecerse, alcanzar la cúspide social, sin meterse demasiado en líos, sólo los normales con Hacienda. Es un empresario paternalista y satisfecho de sí mismo; un redomado hipócrita, en el fondo. Es un buen ciudadano, que confía en la bondad y legitimidad del sistema. Un tipo normal, ambicioso y moralista, cuyos únicos intereses son su trabajo y su familia. No se rodea de matones a sueldo ni se permite aventuras amorosas extra matrimoniales, es un gánster aplacado y hogareño, como suelen serlo la mayoría. Su mujer ejerce de contrapunto de sus ilusas convicciones democráticas. Sabe por experiencia que para conseguir su sueño no queda más remedio que enfangarse, que la corrupción es consustancial al sistema. En un momento dado, cuando las cosas se ponen feas, será ella la que tomará el timón de la nave.

La violencia no se ve o asoma poco la nariz porque forma parte consustancial de la estructura de relaciones. Lo es –violencia- la competencia entre las empresas rivales, como también lo es un simple contrato de compra, las condiciones leoninas de los préstamos, la pauta de los bancos para avalar o desasistir, el ejercicio corrupto de la policía fiscal, la menesterosa criminalidad de los sicarios, el desamparo de los empleados del protagonista, la misma codicia de éste, su fariseísmo, la rapacidad de su mujer, la suntuosa casa en la que viven y que materializa el cumplimiento del sueño americano. Con una persistencia alusiva y premonitoria aparece –la violencia- en su representación característica: la pistola. La que encuentran los niños en el jardín, la que guarda la esposa del protagonista, la que en manos de un empleado devoto de su jefe, atemorizado primero y finalmente desesperado, provocará la tragedia. Una tragedia que lo es sólo para él y los que son como él. Para su jefe, el protagonista de la historia, es la coronación de sus aspiraciones. Al fin, es la violencia, que tanto rehusaba y soslayaba éste, la que despeja su camino y restaura el orden. El orden basado en el poder que proporciona el dinero. Todo bajo la luz del invierno neoyorquino, gélida como “el frío cálculo egoísta” que domina a sus personajes.

(*) «El gran dinero» es el título del 3er. Tomo de la trilogía «USA», de John dos Passos.

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