El Clan
(Por Miguel García López)
Película argentina dirigida por el argentino Pablo Trapero (Elefante Blanco, Carancho, Leonera) y protagonizada por Guillermo Francella (El secreto de sus ojos, Corazón de león, El misterio de la felicidad), Antonia Bengoechea (Sin retorno) y Peter Lanzani. Basada en la historia real del clan Puccio, que conmocionó a la sociedad argentina a principios de los 80.
En la Argentina de los años 80, y en un barrio de gente acomodada de Buenos Aires, Arquímedes Puccio, un ex funcionario del régimen establecido por la Junta Militar junto con miembros de su familia y otros esbirros realizan una serie de extorsiones, secuestros, torturas y asesinatos con los que recaudan fortunas. Inicialmente realizan estos crímenes bajo la protección de la policía, pero con el cambio político pierden su impunidad, son detenidos y sus crímenes salen a la luz, se juzgan y se condenan de forma poco rigurosa.
Para espectadores no argentinos se echa en falta en la película información que permita conocer el contexto histórico de aquellos momentos.
La película describe acontecimientos que tuvieron lugar durante el llamado “Proceso de Reorganización Nacional” posterior al Golpe de Estado de Argentina liderado por Videla en 1976, caracterizado por la enorme represión ya que desde el primer día miles de trabajadores, sindicalistas, estudiantes y militantes políticos fueron secuestrados de sus hogares, lugares de trabajo o en la calle, y posteriormente muchos de ellos asesinados. Los sucesos específicos descritos en la película ocurren durante la etapa final de dicho régimen, tras la pérdida de la guerra de las Malvinas (junio de 1982), que desencadena el fin de la Junta Militar en diciembre de 1983 y tras unas elecciones que da paso a un gobierno democrático.
Para un espectador no familiarizado con estos acontecimientos históricos la cronología y escenario políticos descritos pueden resultar un poco confusos. Los acontecimientos ocurren en dicho período de transición cuando ya ha caído la Junta. Puccio ya ha perdido su empleo como funcionario de seguridad (posiblemente realización de secuestros, extorsiones y asesinatos por encargo de altos mandos de la Junta) pero aún cuenta con protección y actúa con impunidad.
Un aspecto singular de esta historia basada en hechos reales es la dificultad de montar el guión. Una historia que ocurrió hace mas de treinta años y que no ha dejado suficiente información para documentar de forma completa y precisa los hechos. La transición en Argentina desde la dictadura hacia la democracia fue larga y permitió a muchos culpables de crímenes o responsables de su investigación o enjuiciamiento borrar o ocultar datos, mas en caso como este en que existieron muchos encubridores. Así que el guión ha tenido que montarse a partir de datos de hemeroteca, de periódicos de la época y de algunos testimonios de familiares lejanos. Y la película parece que no especula con los hechos. Los describe con objetividad basándose en los datos disponibles. Todo demasiado precario y vergonzoso, para algo que debería haberse contado mucho antes y mas profundamente.
Lo que se explota en la película es otra dimensión de los hechos: como una familia aparentemente respetable perfectamente integrada en un entorno acomodado pequeño burgués, con costumbres conservadoras y moral cristiana, donde se respetan de forma estricta las normas y pautas de una moral burguesa, es a su vez un núcleo de criminalidad por razones económicas. Y en eso la película toca la esencia del mas puro fascismo.
Así la brutalidad criminal del padre se contrapone a su fervoroso esfuerzo por la educación moral y progreso de sus hijos. La frialdad cómplice de la madre que se entusiasma del progreso económico de la familia. El hijo colaborador en los secuestros que acalla su conciencia ante la abrumadora autoridad paterna pero se complace con su enriquecimiento. En definitiva el reflejo a nivel familiar de una sociedad corrompida que mira para otro lado para no ver los crímenes que cometen sus esbirros mientras ellos se enriquecen.
Cuenta la película con una curiosa banda sonora que incorpora canciones alegres y rítmicas, al estilo Tarantino, en los momentos duros de secuestros y torturas que nada tienen que ver con la narración. Por ejemplo “Sunny Afternoon» del grupo de rock inglés The Kinks. Seguramente es para hacer mas digerible y por tanto mas comercial el film. En mi opinión sobran. Ya es suficiente que la historia se cuente después de tanto tiempo y sin profundizar en las denuncias políticas que la situación requería. Mas que el espíritu político de reconciliación nacional parece que sobrevuela el de reconciliación comercial.