(Por A. Cirerol)
La adaptación al cine de grandes obras literarias, en su mayor parte solo alcanzan a ser pálidos reflejos del original, pues se limitan a «pasar a imágenes» los episodios del libro. Aunque la traducción cinematográfica de la fantástica, inconmensurable novela de Germán Melville (por desgracia tan poco leída) no escapa a algunas de sus previsibles deficiencias es cierto que posee la fuerza suficiente para considerar que su adaptación no ha sido en vano, sobre todo por la convicción de su director e intérpretes (Gregory Peck compone un concluyente capitán Achab).
El sermón del padre Mapple (Orson Welles en su salsa). Escribe Melville: «Su voz era solemne. Tenía entonaciones parecidas al continuo tañido de las campanas de un navío al que envuelve la niebla».
Aparición de Achab. «Al subir a cubierta para mí guardia en lo alto de la popa sentí un escalofrío de mal augurio. La realidad era superior al presentimiento. El capitán Achab estaba de pie en la toldilla».
El hundimiento. «Después revolotearon sobre el abismo circular del agua numerosas aves pequeñas que emitían histéricos chillidos. Una oleada de blanca espuma acabó por igualarlo todo. Y el gran sudario del mar volvió a mecerse lánguidamente como venía haciendo desde hace miles de años».