(Por A. Cirerol)
No se entiende muy bien el interés que muestra el cine por determinados personajes históricos, o tal vez sí en ese caso: el de una muchacha campesina que «escucha voces angélicas y divinas» que la incitan a salvar a Francia de los ingleses: Juana de Arco, la Pucelle, heroína nacional francesa (y Santa!), incorporada hoy a la representación de cierta derecha. Sobre ella se han hecho cerca de 15 películas, en su país y en Hollywood. Sin duda, la mejor y una de las mejores obras de la historia del cine, es «La passion de Jeanne d’Arc» dirigida en 1928 en Francia por el danés Carl Theodore Dreyer, basada en las Actas que se conservan del juicio. El proceso está prácticamente rodado en primeros planos de los rostros de los miembros del Tribunal y de la Pucelle, interpretada por la actriz Falconetti. Como afirmó Jean Cocteau: el filme imita un documento de una época en la que no existía el cine. Podría hablarse de la terrible desnudez de las caras, representativas de los estados del alma. La fanática, intransigente, farisaica dureza de los inquisidores. La fervorosa austeridad, la espiritualidad, angustia, dolor, pérdida total de esperanza de la protagonista, que su cabeza rapada pone aún más de manifiesto.
Cuarenta años después Robert Bresson filmó «El proceso de Juana de Arco», basándose igualmente en los archivos del juicio. Es la antítesis del film de Dreyer. Estilo distanciado, ompleta desdramatización narrativa, impasibilidad de los protagonistas, ausencia de expresividad, exasperante sobriedad. Técnicamente: ausencia de primeros planos, predominio de planos medios o de los llamados planos americanos. Y continuo recurso al plano-contraplano. Pero a los cinéfilos franceses de Cahiers les gusta mucho Bresson. Es un «auteur».
En 1957 Otto Preminger rodó una nueva versión: «Saint Joan» con la debutante Jean Seberg (que después fulguraría en «À bout de souffle», la primera película de Godard). Aquí ya se puede ver que la cosa va de aplicar el método del actor’s studio a la vida de la insólita santa.
Hay muchas más versiones, 2 de ellas de Ingrid Bergman, una en Hollywood y otra con Rossellini, su absoluta antítesis basada en el oratorio de Arthur Honegger. Otra del ex nouvelle vague Jacques Rivette, de 1994, titulada «Jeanne la Pucelle» con Sandrine Bonnaire. Y aún otra de Luc Besson, de 1999 nada menos que con Milla Jovovich, liquidadora de zombies en anteriores filmes.