Paterson. Con móvil no hay poesía

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(Por Miguel García López)

El Protagonista vive cotidianamente con la rutina del trabajo y encuentra su liberación, su expresión mas personal en la creación de poemas sobre temas y objetos cotidianos. Nuestro protagonista toma un cuaderno y un lapicero y su poesía fluye aunque esté conduciendo un autobús de pasajeros.

Cualquier objeto cotidiano puede ser la razón y motivo de un hermoso poema. Una caja de cerillas con sus ligeras formas que pueden inflamarse cual llamas de amor. Un autobús que aparta con sus parabrisas trillones de moléculas cuando se desplaza por la ciudad.

O se inspira en los temas o situaciones de los personajes que suben al autobús cuyas conversaciones escucha.

Cuando la omnipresencia del móvil hace estéril la palabra y no digamos la escritura, la pluma sigue siendo el instrumento para creación de belleza poética. Por eso nuestro protagonista se niega a usar un móvil del que dice que no le aporta nada y esporádicamente usa el móvil de un niño (todos los niños tienen móvil), cuando necesita avisar que su autobús está averiado.

Su poesía evocará nuevas situaciones poéticas y nuevos personajes en clave poética, que de alguna forma son todos: su compañero de trabajo que relata un sinfín de problemas familiares con una resignación humorística; la niña de la estación de autobús que describe la lluvia sobre su pelo; el negro del pub que se declara tierna y permanentemente a la chica a quien conoce desde la infancia y es rechazado continua y contundentemente, etc.

Pero es en su casa donde encuentra su inspiración y fuerza creativa porque allí se presenta a otro personaje esencial de la película, su bella compañera y donde transcurre también una cotidiana historia de amor. La protagonista femenina es la otra cara de este discurso poético que es la película. La rutina cotidiana se transforma en sus manos en pura creación y desarrollo artístico con materiales y objetos cotidianos, transformando y recreando espacios y planteando proyectos ilusionantes.

El punto dramático de la película se plantea con la destrucción accidental y sin posible recuperación de los poemas del Protagonista. La expresión de lo que dignifica y da pleno sentido a su vida, la belleza creada, se pierde y con ello parece que el destino será la rutina desprovista de esta trascendencia. Pero como si una nueva musa fuera invocada, un poeta (japonés) aparece en el momento de desesperación existencial y provoca en el protagonista el impulso poético para retomar la bella historia y cerrar la película tal como empezó.

Jarmusch nos ofrece esta vez una película complaciente. Me gusta y disfruto su ritmo y sus imágenes. Cine limpio, con el ritmo de la vida. Con la acción moderada y tranquila con que debe transcurrir la vida. Sin dramatismos, aunque no eluda los problemas y el desamor, con el tono de humor requerido. Cine donde se exalta el amor sin que necesariamente se apunte su quiebra. Cine donde se dignifique a la persona por su esfuerzo imaginativo y creador aun dentro de la rutina del trabajo alienante de hombres y mujeres.

La película cuyo guión es también del propio Jarmusch está claramente inspirada de la obra poética de William Carlos William, concretamente de su obra Paterson, y elige igualmente esta ciudad para su rodaje siendo un desarrollo de las ideas por este expresadas de cómo la realidad objetiva despierta la imaginación de quien la percibe en clave poética.

Yo, Daniel Blake (El Cine de la Crisis 2)

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YO, DANIEL BLAKE

(Por Reyes Salve)

 

Es una película que no deja en cualquier caso indiferente. Defrauda a los que van al cine simplemente a echar unas risas.

En la dimensión de reflejo social, se enmarca en el paisaje de las personas que son víctimas del sinsentido de la absurda burocracia. Resulta ser el espejo en el que nunca nos quisiéramos mirar, pero que tenemos que traspasar para llevar nosotros las riendas, ya que no «ellos». En definitiva, se infiere que tenemos que seguir en esa pelea de continuar día a día y no desfallecer, porque nadie nos va a rescatar si caemos en desgracia.

Se deduce en lo que se nos cuenta que el director está inundado de lo verdaderamente humano y que a pesar de todo, la vida se puede mostrar a la vez bella y triste, amarga y esperanzadora.

Ken Loach muestra magistralmente el trasiego al que se ve abocado el protagonista en esa búsqueda de una solución a su problema en soledad, aun habiendo tenido el feliz encuentro con Katie y sus hermosos hijos y con las personas que se muestran solícitas y solidarias.

 

YO, DANIEL BLAKE

(Por Antonio Cirerol)

Cada nueva película de Ken Loach viene a ser una pieza más en la construcción de ese gran mosaico que constituye su cine: el de la situación de la clase obrera en la época del capitalismo en su fase neoliberal. Más concretamente, de los despojos de lo que fue la clase trabajadora tras la guerra librada contra ella y sus formas organizativas por el thatcherismo. Es, pues, la representación del paisaje tras la derrota. “Yo, Daniel Blake” es el último fragmento por hoy del drama, en el que se muestra el estado actual de ruina de lo que un día se conoció como “estado de bienestar”, la quiebra de los servicios sociales y la depauperización de las clases trabajadoras.

Su última película denuncia la burocracia de los servicios sociales ingleses privatizados, utilizada como arma política contra la clase obrera y los pobres, y como forma de rentabilizar los beneficios que produce la exclusión de éstos por la propia ineficiencia del sistema. Estas políticas tienen también como objetivo disgregar y desmoralizar a la clase obrera, que los nuevos pobres se sientan culpables de su situación, paralizados por la vergüenza. Su propósito es que la miseria anule su capacidad de resistencia y su propia conciencia de trabajador y de ser humano.

Para K. Loach no hay alternativa. Sólo la revuelta individual que produce la desesperación, traducida en el film en una reivindicación póstuma: “Soy una persona, no un perro”. Como siempre en Loach, la solidaridad de clase, basada en el socorro mutuo, se convierte en el único transitorio recurso, ante la ausencia de una respuesta organizada de clase, sindical o política (que sólo en su lejano film “Pan y rosas” llegaba a materializarse).