Empieza el film con unas frase de Celine de su libro “Viaje al final de la noche” irrelevantes porque tratan de definir la película como un viaje imaginario. Pero utilizar a este autor antisemita y nazi y odiado literariamente en Francia, parece una pequeña provocación, o un gusto específico.
A continuación hay unas escenas cuyo sentido no llega a determinarse, por ejemplo la muerte repentina por infarto de un turista japonés, o la del conjunto coral exquisito (conjunto Torino interpretando I Lie de David Lang). Este comienzo nos parece excesivamente pretencioso y aparentemdnte apunta una intención de epatar al espectador.
Continúa la película con las escenas de una fiesta nocturna en una gran terraza de la noche romana. Fiesta ruidosa y excesiva, con música pachanguera (Bob Sinclair y Raffaela Carrá), mezclada con mariachis, y bailada desaforadamente por personajes entre ridículos y esperpénticos. No llega a resultar graciosa la larga escena, ni sorprenden la aparición de personajes que tienen un poco de fellinianos sin llegar al nivel de éste en lo imaginativo y burlesco, mas bien un poco tristes y sin espíritu. Cámara flotante, primeros planos, escenas invertidas contribuyen a la descripción de la “pachanga mas famosa de Roma”. También cabe preguntarse por el sentido de esta larguísima escena, sino es la de describir una clase ociosa, inmoral y decadente, o la de presentar al personaje de la película Jep, cuyo cumpleaños se celebra, y que aparece como un gran maestro de ceremonias, conductor de bailes y narrador de los absurdos excesos de esta clase y de su vacuidad.
Jep es el hilo conductor de la película. Sus relaciones con unos y otros personajes en las secuencias sucesivas parecen descritas sin orden ni concierto. Así aparecen sucesivamente personajes como la enana, directora de la revista de la que JEP es famoso reportero, personaje de resonancias igualmente fellinianas, que con un discurso inteligente y manipulador parece ser la organizadoras en la sombra de los eventos nocturnos . Las monjas romanas en sus claustros. El vecino misterioso, finalmente mafioso o corrupto y detenido por la policía, que dirige con prepotencia frases de desprecio a los festivos y ociosos protagonistas. El episodio del happening de una señora desnuda en un parque que tras un cuelgue espiritista estrella su cabeza contra un acueducto, mal remedo de los performances de Marina Abramovic. Romano, su único amigo, frustrado autor teatral que aguanta pacientemente a una esperpéntica chica pedante, penco y pendona. El amigo Lello, vendedor de juguetes, ridículo bellaco con mujer de grandes tetas también fellinianas. El supermercado del botox, donde un tipo gurú atiende por turnos y pago en caja, a personas idiotizadas que van a inyectarse sus caras y a recibir un consejo trascendente. La presuntuosa amiga Estefanía que en un coloquio con un grupo de esta tribu presume de haber obrado en su vida movida por una verdadera conciencia y compromiso social, como cuando militaba en el PCI y escribía historias del partido y que es desenmascarada por Jep quien la acusa de haberlo sido por querida del secretario general, y de su situación actual de corrompida capitalista, poniendo de paso en cuestión cualquier posicionamiento político progresista.
Y así una interminable galería de episodios o situaciones que contempladas por primera vez sorprenden, pero luego te dejan pendiente de encontrar ese incognito sentido con el que un creador debe estructurar su obra.
Tienen mas autenticidad dos únicos personajes, el de la empleada doméstica latina quien cuida y acoge a Jep en retirada tras sus noches de noctámbulo. Y el de la espectacular stripper, hija de un antiguo amigo, a quien se acerca paternalistamente y en quien vuelca sus nostalgias y recuerdos, entre otros el del único acontecimiento que le da valor a su vida, donde reside la autentica belleza, su primer y único amor de juventud. Ahí es nada. Esta chica va y se muere de repente, para que la soledad de Jep no tenga remedio.
Pero la situación que indigesta es la que se refiere a sus episodios de contenido religioso. Va bien la presencia excesiva de monjas, que pueden definir el paisaje romano. Y el cardenal, presunto papable, cuya única liturgia en las fiestas es la degustación y las descripciones de recetas gastronómicas, y que elude responder a las preguntas de Jep que irónicamente le plantea inquietudes espirituales. Pero la aparición de Sor María, imagen de Teresa de Calcuta, que inicialmente parece realizarse en tono esperpéntico, por el personaje elegido y por las situaciones que va representando como la de audiencia a todos los representantes de las diferentes Iglesias o la entrevista cena nada menos que en la casa de Jep, resulta ser luego clave en las ideas o sentido que parece que Sorrentino quiere darle a su film. Así se expresa que lo único importante son las raíces, como las raíces único alimento de esta santa, capaz de hacer el milagro de la terraza atrayendo espiritual y bondadosamente a los flamencos y alejándolos con un breve hálito. Prefiero los pájaros de Hitchcock. Para terminar nos sube de rodilla la santa centenaria los interminable escalones vaticanos.
Jep vuelve de madrugada a casa tras sus noches de copas y mujeres. Sus paseos matutinos sirven al director para contarnos este momento de la ciudad de Roma. Las descripciones de Roma al amanecer son bellísimas, hay magia en la ciudad y en sus luces en esos momentos en que la ciudad aun duerme y está limpia de los ruidos y del tráfico. La cámara de nuevo vuela.
La música de la película no es precisamente una buena envoltura. Aparte de la empleada en la presentación y en la fiesta que se comenta mas arriba, se emplean bandas que refuerzan lo presuntuoso del film. Por ejemplo la música coral “The Lamb” de Jonh Taverner o la electrónica de Gui Borato, o la música de Kroonos Quarter que acompaña a las imágenes de despedida.
Nos quedamos con la descripción que hace la película de una burguesía, la romana, pero reproducible en cualquier capital europea, idiotizada, ociosa, corrupta, inmoral y vacía de sentido, si es que Sorrentino realmente quiere describir y denunciar esa clase, cosa que no parece. Nos quedamos con la belleza de muchas imágenes de Roma, lo que la película tiene de documental. Y con la soledad y vaciedad de quien se sumerge en ese mundo. Sorrentino debe seguir aprendiendo y buscando la belleza en otros reductos de los humanos y de sus ciudades. Aquí no hay belleza ni siquiera aludiendo a un amor de juventud en una isla mediterránea.
La opinión del crítico de Mundo Obrero
http://www.mundoobrero.es/pl.php?id=3502
Pues es que, a pesar de que a mí no me gustó cuando la vi (por buena parte de los comentarios que se hicieron en la tertulia y que recoge Miguel en la entrada), resultaba que la gente veía lo mismo que el de la crítica que nos pone Juan Luis, opinando que era una gran película. Y no deja de parecerme curioso que esta película suscite comentarios tan opuestos.
Así son las cosas……
Para aportar mas leña al fuego del debate he aquí una crítica extraordinariamente positiva:
http://cinedivergente.com/ensayos/estudios/la-gran-belleza
Aquí se transforma todo lo que con otros ojos son reparos y rechazos en alabanzas. Vease ejemplo: «La cámara ingrávida, ubicua como un psiconaúta se desplaza entre los vestigios del pasado y un presente perplejo: la eternidad, el tiempo de la belleza». Comentarios opuestos. No, discordantes.