La Escapada – «Il sorpasso» (Dino Risi, 1962) – Banda Musical

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A propósito de la película que acabamos de debatir en la Tertulia «La Escapada», Reyes Salve ha encontrado una página web con una curiosa crítica de la película y varios audios de canciones pop italianas del momento que incluye su banda sonora:

Estudio del Sonido Snb – Il sorpasso

Y Juan Luis ha buceado por Internet y ha encontrado todas las músicas:

Quando Quando Quando
Escrito por , Tony Renis y Alberto Testa
Realizado por Emilio Pericoli

http://www.youtube.com/watch?v=PxZHBxlwZBw

St. Tropez torcedura
Escrito por Mario Cenci y Peppino Di Capri (como Giuseppe Faiella)
Interpretada por Peppino Di Capri

https://www.youtube.com/watch?v=pBNAlHp_PS4

Per un attimo
Escrito por Luigi Naddeo
Interpretada por Peppino Di Capri

https://www.youtube.com/watch?v=BL8BowxSwEI

 

No tocar esa canción (mentiste)
Escrito por Ahmet Ertegun y Betty Nelson
Interpretada por Peppino Di Capri

https://www.youtube.com/watch?v=47Xv-2Uckts

Gianni
Escrito por Nino P. Tassone y Giuseppe Cassia
Interpretada por Miranda Martino

https://www.youtube.com/watch?v=rHN0J595tFI

 

Vecchio Frak
Escrito y Realizado por Domenico Modugno

https://www.youtube.com/watch?v=Mmm5_hZ7X6w

 

Guarda vienen dondolo
Escrito por Carlo Rossi y Edoardo Vianello

Interpretada por Edoardo Vianello

https://www.youtube.com/watch?v=mXGCFubjjww

Pinne fucili ed occhiali
Escrito por Carlo Rossi y Edoardo Vianello
Interpretada por Edoardo Vianello

 

https://www.youtube.com/watch?v=z88YmlEYdEc

 

 

La Gran Belleza. Oscar a la mejor película extranjera. Pedante y falsa

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Por Antonio Cirerol

¿Un film sobre la decadencia de la sociedad postmoderna, representada por sus élites intelectuales y artísticas, como un reflejo de las ruinas de la antigua civilización romana? ¿Es ese Jeppe Gambardella, paseante solitario por las calles de Roma, su conciencia de clase, quien sabe con amarga lucidez que no hay nada que hacer ante ese indeclinable ocaso civilizatorio? ¿Es eso lo que pretende contarnos Paolo Sorrentino, su realizador? Si es el caso, habrá que concluir que los resultados no están a la altura de las intenciones. Ese intelectual acaudalado y fiestero, pero aburrido de todo, a quien nada puede ya sorprender ni ilusionar, inmerso en el vacío existencial, con deseos de recuperar el sentido de su función profesional y vital (quiere volver a escribir, busca dar respuesta a preguntas esenciales o por lo menos reconciliarse consigo mismo), del que se sirve el director como cicerone espiritual en su viaje por la noche romana, el único personaje ciertamente consciente del sinsentido de la élite intelectual y social en la que, sin embargo, tan a gusto se siente, por más que haya llegado a un punto crítico de inflexión en su vida (al final de la noche), no le sirve a Sorrentino para mostrar la realidad tras la apariencia (tal vez no lo pretenda, pero entonces ¿para qué, qué sentido tiene entonces su película?). Porque sólo hay apariencia. Solamente una galería de personajes grotescos, carnavalescos, de la jet set romana, pero irrelevantes, tras los cuales no hay nada. Unas situaciones en las que se pretende dotar de significado lo absurdo y esperpéntico, pero que sólo funcionan para realzar y solemnizar lo absurdo y esperpéntico. Eso sí, diseminando a discreción un sinfín de pistas esotéricas que nos hagan pensar que estamos en presencia de un artefacto artístico de honda trascendencia. Qué sentido tienen o qué función cumplen, salvo la exaltación de lo deliberadamente extravagante o monstruoso, la enana, la artista de happening, la estriptiseuse (que aparece y desaparece o fenece sin saber ni cómo ni por qué), las correteantes monjitas, la criada, el vecino, la niña que se oculta de la madre, etc., etc., o la jirafa y el mago, el cardenal culinario, los flamencos o la monja iluminada, la santa, encargada de redimir o salvar a don Jeppe por medio del fervor irracional, de la obstinación ciega y de la ingestión de raíces, que producen el milagro de la terraza y los flamencos, lo cual, al calor de su lumbre redentora cambiará la vida del artista, que busca un nuevo sentido a sus desolados paseos nocturnos. ¿Cuál será ese nuevo sentido alumbrador?. Lo sencillo y genuino, el momento intenso del recuerdo adolescente, cuando aún todo era puro, auténtico y verdadero: natural: la gran belleza, aquélla que no es de mármol o ha sido pervertida por la vida, y que es grande precisamente porque ya no es tangible, imperecedera porque sólo es recuerdo. Tal es la ascesis que descubre don Jeppe.

A tono con todo ello, la envoltura del producto. Apabulla al espectador con un movimiento continuo e injustificado de la cámara, que repta, vuela, a través de desbocados travellings, zooms, jadeantes contrapicados; enhebrado todo con una banda sonora impactante («hipnótico contraste sonoro», he leído por ahí), en la cual mezcla la música electrónica, el bacalao o el raggeton con partituras religiosas del orden antiguo o contemporáneo, de una manera que no puedo calificar sino de venal y desaprensiva, ajena al sentido de la obra. ¿Puede haber algo más arbitrario y deshonesto que contemplar al signore Gambardella paseando por Roma a los acordes de la 3ª Sinfonía, de las Canciones Tristes, de Gorecki?

Una película carente de suelo histórico, no busquemos vestigios de la era Berlusconi. Todo lo que vemos estaba ya en Fellini («La dolce vita», «Ocho y medio»), Antonioni («La noche»), Visconti («Confidencias»), hace medio siglo. Sólo que estas obras sí que tenían, además de un indudable, profundo, valor artístico, una diáfana imbricación con su momento socio histórico.

En suma, esa Gran Belleza, óscar de Hollywood, como no podía ser de otro modo, me parece vacía, falsa, fatua, un ejercicio de narcisismo y pedantería, un concentrado autocomplaciente con lo peor de Fellini. Hasta estoy por asegurar que debe haber sido bien recibida por l’Osservatore Romano. Lo realmente alarmante es que también le encante a Mundo Obrero.

La Gran Belleza. Sorrentino. Película fallida

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Empieza el film con unas frase de Celine de su libro “Viaje al final de la noche” irrelevantes porque tratan de definir la película como un viaje imaginario. Pero utilizar a este autor antisemita y nazi y odiado literariamente en Francia, parece una pequeña provocación, o un gusto específico.

A continuación hay unas escenas cuyo sentido no llega a determinarse, por ejemplo la muerte repentina por infarto de un turista japonés, o la del conjunto coral exquisito (conjunto Torino interpretando I Lie de David Lang). Este comienzo nos parece excesivamente pretencioso y aparentemdnte apunta una intención de epatar al espectador.

Continúa la película con las escenas de una fiesta nocturna en una gran terraza de la noche romana. Fiesta ruidosa y excesiva, con música pachanguera (Bob Sinclair y Raffaela Carrá), mezclada con mariachis, y bailada desaforadamente por personajes entre ridículos y esperpénticos. No llega a resultar graciosa la larga escena, ni sorprenden la aparición de personajes que tienen un poco de fellinianos sin llegar al nivel de éste en lo imaginativo y burlesco, mas bien un poco tristes y sin espíritu. Cámara flotante, primeros planos, escenas invertidas contribuyen a la descripción de la “pachanga mas famosa de Roma”. También cabe preguntarse por el sentido de esta larguísima escena, sino es la de describir una clase ociosa, inmoral y decadente, o la de presentar al personaje de la película Jep, cuyo cumpleaños se celebra, y que aparece como un gran maestro de ceremonias, conductor de bailes y narrador de los absurdos excesos de esta clase y de su vacuidad.

Jep es el hilo conductor de la película. Sus relaciones con unos y otros personajes en las secuencias sucesivas parecen descritas sin orden ni concierto. Así aparecen sucesivamente personajes como la enana, directora de la revista de la que JEP es famoso reportero, personaje de resonancias igualmente fellinianas, que con un discurso inteligente y manipulador parece ser la organizadoras en la sombra de los eventos nocturnos . Las monjas romanas en sus claustros. El vecino misterioso, finalmente mafioso o corrupto y detenido por la policía, que dirige con prepotencia frases de desprecio a los festivos y ociosos protagonistas. El episodio del happening de una señora desnuda en un parque que tras un cuelgue espiritista estrella su cabeza contra un acueducto, mal remedo de los performances de Marina Abramovic. Romano, su único amigo, frustrado autor teatral que aguanta pacientemente a una esperpéntica chica pedante, penco y pendona. El amigo Lello, vendedor de juguetes, ridículo bellaco con mujer de grandes tetas también fellinianas. El supermercado del botox, donde un tipo gurú atiende por turnos y pago en caja, a personas idiotizadas que van a inyectarse sus caras y a recibir un consejo trascendente. La presuntuosa amiga Estefanía que en un coloquio con un grupo de esta tribu presume de haber obrado en su vida movida por una verdadera conciencia y compromiso social, como cuando militaba en el PCI y escribía historias del partido y que es desenmascarada por Jep quien la acusa de haberlo sido por querida del secretario general, y de su situación actual de corrompida capitalista, poniendo de paso en cuestión cualquier posicionamiento político progresista.

Y así una interminable galería de episodios o situaciones que contempladas por primera vez sorprenden, pero luego te dejan pendiente de encontrar ese incognito sentido con el que un creador debe estructurar su obra.

Tienen mas autenticidad dos únicos personajes, el de la empleada doméstica latina quien cuida y acoge a Jep en retirada tras sus noches de noctámbulo. Y el de la espectacular stripper, hija de un antiguo amigo, a quien se acerca paternalistamente y en quien vuelca sus nostalgias y recuerdos, entre otros el del único acontecimiento que le da valor a su vida, donde reside la autentica belleza, su primer y único amor de juventud. Ahí es nada. Esta chica va y se muere de repente, para que la soledad de Jep no tenga remedio.

Pero la situación que indigesta es la que se refiere a sus episodios de contenido religioso. Va bien la presencia excesiva de monjas, que pueden definir el paisaje romano. Y el cardenal, presunto papable, cuya única liturgia en las fiestas es la degustación y las descripciones de recetas gastronómicas, y que elude responder a las preguntas de Jep que irónicamente le plantea inquietudes espirituales. Pero la aparición de Sor María, imagen de Teresa de Calcuta, que inicialmente parece realizarse en tono esperpéntico, por el personaje elegido y por las situaciones que va representando como la de audiencia a todos los representantes de las diferentes Iglesias o la entrevista cena nada menos que en la casa de Jep, resulta ser luego clave en las ideas o sentido que parece que Sorrentino quiere darle a su film. Así se expresa que lo único importante son las raíces, como las raíces único alimento de esta santa, capaz de hacer el milagro de la terraza atrayendo espiritual y bondadosamente a los flamencos y alejándolos con un breve hálito. Prefiero los pájaros de Hitchcock. Para terminar nos sube de rodilla la santa centenaria los interminable escalones vaticanos.

Jep vuelve de madrugada a casa tras sus noches de copas y mujeres. Sus paseos matutinos sirven al director para contarnos este momento de la ciudad de Roma. Las descripciones de Roma al amanecer son bellísimas, hay magia en la ciudad y en sus luces en esos momentos en que la ciudad aun duerme y está limpia de los ruidos y del tráfico. La cámara de nuevo vuela.

La música de la película no es precisamente una buena envoltura. Aparte de la empleada en la presentación y en la fiesta que se comenta mas arriba, se emplean bandas que refuerzan lo presuntuoso del film. Por ejemplo la música coral “The Lamb” de Jonh Taverner o la electrónica de Gui Borato, o la música de Kroonos Quarter que acompaña a las imágenes de despedida.

Nos quedamos con la descripción que hace la película de una burguesía, la romana, pero reproducible en cualquier capital europea, idiotizada, ociosa, corrupta, inmoral y vacía de sentido, si es que Sorrentino realmente quiere describir y denunciar esa clase, cosa que no parece. Nos quedamos con la belleza de muchas imágenes de Roma, lo que la película tiene de documental. Y con la soledad y vaciedad de quien se sumerge en ese mundo. Sorrentino debe seguir aprendiendo y buscando la belleza en otros reductos de los humanos y de sus ciudades. Aquí no hay belleza ni siquiera aludiendo a un amor de juventud en una isla mediterránea.