“SIRÀT” de Oliver Laxe

Ni hipnótica ni antisistema: ruido esteticista-irracionalista

(Por A. C.)

POR UNA ESTÉTICA Y UNA CRÍTICA MATERIALISTA

Antología de críticas publicadas en nuestro país sobre la película “Siràt”:

Una propuesta tan radical y honda como sorprendente, clara y arriesgada. Un trabajo que conmueve… Demoledora respuesta a un presente descarrilado… Brillante ejercicio de hipnosis. Obra apabullante que deja al espectador en estado de trance… Se adueña la fascinación ante el poderío visual de lo que transmite la pantalla… Película áspera, pero hipnótica. La película más radical de su autor… Una oda antisistema, una película sorprendente, emocional, reflexiva y comunitaria como la cultura rave… Película hipnótica, un viaje sensorial poético y político sobre la imposibilidad de salirse del sistema… Película colosal y atrevida, quizás el bombazo autoconsciente que le venía faltando al cine español de autor de la última década… Visión de culto de la psicología humana puesta a prueba hasta sus límites… Etc., etc., etc. 

Además, le dieron un premio en Cannes.

 Bien. ¿De qué va eso? Según parece, en su inicio, de un padre que busca a su hija, supuestamente desaparecida en una “rave”1 (1) celebrada en un paraje inhóspito de un país del norte de África. En su búsqueda a ciegas le acompaña el hijo menor de 12 años. 

Cuando el espectador comprueba en qué consisten tales fiestas y los lugares en qué se desarrollan no puede por menos que preguntarse en qué cabeza de padre cabe llevar, como si fuese a una excursión familiar, a un hijo a un sitio tan peligroso, situado en los márgenes de la civilización, con incomodidades sin cuento, falto de asistencia y protección, desprovisto de cualquier recurso, lleno de peligros ciertos y poblado por una fauna humana caótica y crapulosa de lo menos recomendable incluso para un adulto, en fin, lo peor de lo peor. El inframundo, la antesala del infierno. ¿Está loco este padre? Lo esté o no se hará merecedor de todas las desgracias que puedan sucederle. Con este exordio difícilmente podemos ya tomarnos en serio la película.

Esa es, pues, la misión que se ha impuesto el desatinado padre, localizar sin indicios, conocimiento ni reflexión a la hija perdida en el oscuro abismo del desarraigamiento. Pero a medida que avanza la película, como en los MacGuffin2 de los que se servía Hitchcock, nos damos cuenta de que lo de buscar a la chica en un lugar tan insólito era sólo un pretexto espurio y ofuscador, pronto olvidado, con el solo fin de poder rodar la película en un espacio exótico y fotográficamente propicio para componer bellas e impactantes imágenes como es el desierto. 

Y, así, pasamos de una road movie3 (3) de búsqueda a otra de exploración y reconocimiento, para acabar, sin motivo ni fundamento, en otra de aniquilación y exterminio y aún, en una última rotación, en un viaje a la nada. Así que tenemos derecho a preguntar: ¿de qué trata la película?, si es que trata de algo. ¿Cuál es su tema? En sí no trata de nada, sólo de imaginar a un grupo que vive fuera de las normas sociales transitando sin meta ni propósito por un medio agreste y salvaje de camino hacia ninguna parte. A Laxe, el director, le gusta suponer que el público pueda creer que en esa tropa de descerebrados anidan sentimientos, valores y cogniciones insondables y trascendentes. El guion, inexistente o arbitrario, la catadura de los personajes y los penosos diálogos hacen imposible que lleguemos a aceptarlo.

De la misma forma que el prólogo de la película se ha extremado en magnetizar al espectador con una interminable y mistificadora sesión de “rave” ejecutada entre el polvo del desierto por una indescriptible partida de muertos vivientes, representantes de una peculiar variedad de turismo lumpen, el último giro de guion convierte la película de manera gratuita e injustificada en una absurda y delirante tragedia. 

Laxe ha puesto sumo cuidado en presentar la fiesta “rave” inaugural como un “espectáculo estético” alucinadamente fascinante, haciendo uso para ello de los medios técnicos – sonido e imagen- necesarios para someter al espectador al efecto de una acción sensorial (y psicológica) calculada. Podríamos decir que se ha “recreado” en dar a la paroxística escena una dimensión casi religiosa, cuando, en realidad, se trata de un colectivo humano en estado de enajenación alucinógena que con su frenesí escenifican su deseo, seguramente consciente, de regresar al estado de naturaleza precivilizatoria, de disolverse en la irracionalidad antehistórica. Embellece, así, la condición sociópata de los adeptos postulándolos como iluminados representantes de una cultura alternativa.

Al llegar al final, exhaustos y sin saber de qué ha servido ver todo lo que hemos visto, nos aguarda la traca de cierre. Es el momento del estallido, la catástrofe y la destrucción, que acontece porque sí, sin nada que desde el punto de vista argumental acredite un final así de tremebundo y carente de sentido. El semi apocalipsis final se desencadena, en efecto, de manera injustificada y también injustificable, con el concurso de un “deus ex machina”4, transfigurado en campo de minas, que resuelve (o liquida) la historia de forma exógena, sin atenerse a su lógica interna. Unos son explosionados, literalmente estallan, y otros salvados por una gracia desconocida, quizá divina, tal vez porque querían morir o porque deciden no ver y vendarse los ojos. El hecho en sí sucede sin ninguna razón fundamental, por mero capricho del guion, con la intención de impactar, desconcertar, aturullar y dejar al público en estado de shock.

Se trata, pues, de una película sin tema, basada exclusivamente en la extravagancia de sus personajes, la inautenticidad del argumento, la impactante ostentación sonora (“ruido estético”) y los cambios súbitos en la dirección de la trama con el único fin de suspender el ánimo del espectador y dejarle emocionalmente noqueado.

Dice Laxe, el director, que ha hecho una película “radical”. Veamos qué entiende por radical. Según él “radical” es quien se enraíza para alcanzar su esencia y conectar consigo mismo para poder mirar su interior y ser libre: para llevar a cabo un cambio total y profundo”. Algo así como una droga, pues. Se trata, la suya, de una interpretación idealista, en el sentido filosófico del término, que, por otra parte, no tiene nada que ver con la película que ha hecho, en la que nadie alcanza su esencia, conecta consigo mismo ni es libre, ni siquiera como consecuencia de la terrible, funesta e inaudita intervención de un campo de minas. Por el contrario, desde un punto de vista materialista, “radical” es ir a la raíz de las cosas, cogerlas por la raíz, por su origen, para poderlas explicar. Y para el ser humano la raíz es el hombre mismo. No desde una perspectiva individual, sino colectiva. La emancipación del hombre, de la humanidad sometida. Comporta y significa no sólo el entendimiento crítico, sino la praxis emancipatoria. De este radicalismo, obviamente, tampoco hay nada en la película, menos que nada. 

A Laxe le importa por encima de todo resaltar los “detalles aislados” o “bellos” (por más que su valor estético se inspire en el feísmo), en lugar de un justo y preciso desarrollo del contenido. Sin un sentido fundamental claro a su película le falta ese simbolismo fílmico capaz de hacerla artísticamente vital, o sea, una visión y una razón de ser general, en vez de particular o meramente estética. Carece de contenido psicológico y temático, por lo que no es capaz de explicar (ni lo pretende) por qué los personajes actúan de determinada forma, qué causa o mueve sus actos y qué sentimientos suscitan. Ni siquiera por qué mueren. Sus sentimientos, psicologías y situaciones singulares no son explicados y tampoco son explicables. Su objeto y finalidad es puramente irracionalista. La conclusión es una grotesca orgía de fatalismo gratuito que no tiene ningún significado ni tampoco efecto catártico alguno. Sólo tiene por objeto asombrar, aturdir y trastornar el ánimo del espectador. 

La representación de la vida es en “Siràt” vacía, superficial y engañosa, radicalmente falsa, exacerbada por un enajenado e inhumano pesimismo antropológico. Las deficiencias formales de la película se hacen ostensibles precisamente como consecuencia de una fundamental carencia de contenido. Sin el contenido-vida, sin el contenido-historia, sin el contenido-verdad toda representación carece de valor artístico.

Notas

  1. “Rave”: tipo de fiesta masiva, generalmente ilegal, de música electrónica y consumo de drogas, que puede durar varios días, que se lleva a cabo en espacios abandonados o zonas rurales, en las que un DJ pincha los discos mientras los asistentes bailan sin descanso. ↩︎
  2. “MacGuffin”: es una expresión acuñada por Alfred Hitchcock que se usa como “distracción narrativa” o “pista falsa”, en la que los personajes avanzan en la trama en un sentido que luego se comprueba que carece de relevancia argumental.. ↩︎
  3. “Road movie”: película cuya acción se va desarrollando a lo largo de un viaje. ↩︎
  4. “Deus ex machina”: hace referencia a la resolución de la trama narrativa por medio de la intervención de una acción externa que resuelve la historia sin emanar de su coherencia interna. ↩︎

Deja un comentario