“AÚN ESTOY AQUÍ” de Walter Salles

Y en una hermosa plaza liberada

me detendré a llorar por los ausentes 

(Por A. C.)

El filme es un documento dramático basado en hechos reales, sobre el libro del mismo título de Marcelo Rubens Paiva, hijo del protagonista de la historia, que fue detenido por la dictadura militar de Brasil en enero de 1971. Torturado y asesinado en dependencias oficiales del Ejército, su cuerpo fue hecho desaparecer.

Los Paiva eran una familia perteneciente a la clase media alta ilustrada de Brasil. El cabeza de familia, Rubens Paiva, había sido diputado por el PTB (Partido Trabalhista Brasileiro), inspirado en las ideas nacionalistas populistas de Getúlio Vargas, fundador del llamado Estado Novo, que fue presidente de Brasil entre 1930 y 1945 y entre 1951 y 19541. En este tiempo comenzó un periodo de desarrollismo económico conocido como República Nova. En 1961 Joao Goulart, que fue ministro de Trabajo durante el gobierno de Vargas y presidente del PTB, asumió el gobierno, desde el que aplicó medidas reformistas, como el reparto de tierras abandonadas, campañas alfabetizadoras y disposiciones impositivas a las multinacionales, además de un acercamiento político a la URSS. En 1962 Rubens Paiva fue elegido diputado y participó en el Comité que descubrió la financiación a actividades golpistas por parte de organismos oficiales. En 1964 se llevó a cabo un golpe de estado militar apoyado por los EEUU que depuso a Goulart. Tras el golpe Paiva se exilió a Yugoslavia y después a Francia. Tan sólo nueve meses más tarde regresó a Brasil, ejerció como ingeniero civil y fue director del periódico Última Hora en Sao Paulo. Ante la intensificación de la lucha armada popular para derrocar al gobierno popular, en octubre de 1969 accedió al poder el general Medici que desató una represión sin cuartel contra la oposición de izquierdas.

*****

La película comienza en 1970, cuando Paiva había retomado su carrera civil y vivía con su esposa Eunice y sus cinco hijos en una casa a la orilla de la playa de Leblon, continuación de la playa de Ipanema, en uno de los barrios más elegantes de Río de Janeiro. Es el momento en que se produce el secuestro del embajador suizo Giovanni Bucher, por cuya liberación la guerrilla revolucionaria exige la puesta en libertad de 70 presos políticos2.

Desde la primera escena, frente a la luz y la libertad exultante del mar surge como un anuncio perturbador el zumbido del helicóptero militar, que viene a recordar que el mundo real, el prevalente, es el otro, el de la intimidación, la inseguridad, el miedo, las tinieblas. La playa, el espacio de la calma, la placidez y la diversión, de la vulnerable desnudez, expuesto a la incontrolable irrupción de lo alarmante y desasosegador, representado por la habitual aparición de las patrullas motorizadas de militares armados.

La casa familiar de los Paiva es la imagen simbólica de lo bueno, justo y hermoso que puede proporcionar la vida, su sentido humano trascendental. Ante el mar, dador de vida, permanece siempre abierta, llena de luz y de música. Casa-nación, casa-arcadia. Escenario de lo posible, lo cálido y protector. Refugio frente a lo sombrío, hermético y opresivo del mundo de fuera. El lugar de la razón, la juventud y la alegría de vivir. Dice W. Salles, el director3: “La familia Paiva es el contracampo de la realidad, una posibilidad de afecto y humanidad en medio de la negrura y el caos”.

*****

Es, la casa, el ámbito de la palabra, de la intimidad compartida y segura, donde uno aprende a ser con los otros. Abierta a los que buscan y comparten la luz del bien común. Por eso, lo primero que hacen los irruptores al violentarla es apagar las luces, cerrar las puertas y las ventanas, separar a los unidos. Es el procedimiento de la tiranía: incomunicar, encerrar, prohibir, establecer un sistema de silencio, oscuridad y terror.

Las escenas en las mazmorras del Centro de Defensa Interna son la representación del infierno. Es el inframundo, el vientre del Leviatán. La abolición de la palabra, el sentimiento y la razón, la sima más profunda del horror y la locura. Del mal y la impunidad. Donde nadie sabe dónde estás ni vuelve a saber de ti porque ya no existes. Podemos hacer contigo lo que queramos y nadie vendrá a ayudarte, es lo que graban a fuego en la voluntad de las víctimas.

Cuando la protagonista, Eunice Paiva, sale al fin de su encierro sin saber nada de lo que ha sido de su marido, su misión es no sucumbir a la parálisis emocional y la desesperación ante la ausencia que la desgarra. Debe hacerse fuerte para llevar las riendas de la familia. Ella, que renunció a terminar su carrera universitaria para dedicarse a ser esposa y madre debe ahora hacerse cargo por sí misma de la situación. Descubre que debe trabajar para poder salir adelante, ya que ha dejado de entrar dinero en casa, al mismo tiempo que comienza a conocer la actividad clandestina del marido y sus amigos, que estos habían ocultado para no inquietar ni implicar a la familia. Se revela, así, como una mujer capaz y resistente. No sólo mantener la casa en pie (otra, menos lujosa que la de antes), sino llevar a cabo, a la vez, una persistente tarea de denuncia de la dictadura militar. Exigencia de verdad, justicia y reparación. Se prohíbe a sí misma llorar ante los demás. La consigna es sonreír y seguir adelante. La sonrisa como memoria. El objetivo es transmitir los valores, lo que asegura la pervivencia de la familia. Transmitir a la generación que sigue el coraje, la entereza y la dignidad. Hacer familia, que viene a ser lo mismo que hacer país.

No hay duda de que la película contiene un aviso y una urgencia que no aluden solo al juicio del pasado, sino que actúa como indicador de los peligros bien reales del presente: Nunca más.

*****

No toda la película discurre con la misma consistencia narrativa. Desde que ella sale de la prisión y recompone su vida el filme pierde aliento y solidez, adquiere un apresurado tono explicativo, sintético, como de noticiario, y, pese a las correctas interpretaciones, se convierte más que nunca en un docudrama. La apretada sucesión del tiempo y localización de espacios son meramente instructivos, sin relación con la evolución de los personajes, salvo el de su desarrollo físico. La ausencia del marido se hace, a pesar del título, notar demasiado, pero no para aportar intensidad dramática o poética o mayor comprensión emocional y artística. 

Al final, la comida familiar, el momento de plenitud de la transmisión familiar de valores, que debería rubricar el sentido de la película, se hace imprecisa y plana, y el momento epifánico de la protagonista, anciana y aquejada de una enfermedad neurodegenerativa, ante el televisor que informa sobre la verdad y la reparación al fin conseguidas, tiene una misión más informativa de cara al espectador, que convincente respecto a los sentimientos de la protagonista. Y se cae en el temible tópico, molestamente anticinematográfico, de los letreros informativos del final, que nos cuentan lo que ha sido de cada uno de los personajes.

El filme nos ofrece claras evidencias del estatus de clase de la familia protagonista4: clase media alta, burguesía instruida, con un envidiable casoplón en la playa, con criada a tiempo completo. Los hijos cursan sus estudios en los mejores colegios privados (socialmente excluyentes) religiosos. Su misma pertenencia/instrucción de clase les permite ser filántropos y encantadores. Su modo de entender la vida es una representación en vivo de la concepción humanista de su educación elitista. En este sentido, la felicidad que se desprende de una vida segura y acomodada tiene puntos referenciales con “Roma”. Como “Argentina 1980” es una laudatio de la democracia liberal. Y, en efecto, ¿cómo no preferirla frente a la plasmación directa de la barbarie propia de las dictaduras? Pero ninguna de estas películas hace referencia alguna a la intervención necesaria del imperialismo norteamericano en la ejecución de los golpes de estado criminales de los que da cuenta. ¿Qué opinarían de esto unos verosímiles personajes cinematográficos pertenecientes a la clase obrera, que no usan estos vestidos de marca ni pueden vivir en una mansión junto al mar? ¿Hasta dónde llega el humanismo de la buena conciencia? Pero frente a la represión de una dictadura militar es difícil objetar el valor de la parte honrada de la burguesía que se la juega frente a la brutalidad institucionalizada y el terror impune. Pocos tienen tal entereza de ánimo, ese coraje cívico, muy pocos se exponen así, cuando hay que demostrar lo que vale uno ante la vida que le ha tocado vivir.

“La vida no vale nada/ Si yo me quedo sentado/ Después que he visto y soñado/ Que, en todas partes, me llaman/ La vida no vale nada/ Cuando otros se están matando/ Y yo sigo aquí cantando/ Cuál si no pasara nada/ La vida no vale nada/ Si escucho un grito mortal/ Y no es capaz de tocar/ Mi corazón que se apaga”

Notas

  1. La actuación política del Partido Trabalhista Brasileiro, fundado en 1945, se puede dividir en dos etapas. La del periodo democrático, hasta 1964, caracterizado por un nacionalismo populista de izquierdas, y la del proceso de apertura iniciado con la salida de la dictadura, en que viró hacia un populismo de derecha, conservador, militarista y anticomunista. Desapareció en 2022 al fusionarse con el partido Patriota para formar el PRD (Partido de Renovación Democrática), que mostró un fuerte apoyo al gobierno de Jair Bolsonaro. ↩︎
  2. Su cautiverio, que duró más de un mes, no fue excesivamente traumático para él. Tenía permiso para tomar baños de sol en la terraza del piso en el que estaba recluido e incluso pudo conceder una entrevista a la revista alemana Stern. Mantuvo una buena relación personal con sus captores y solía echar largas partidas de cartas con el dirigente del grupo y líder de la guerrilla, Carlos Lamarca. Tras su liberación, el embajador se negó a reconocer a ninguno de sus captores alegando que se habían mantenido con el rostro oculto por capuchas, lo cual no era cierto. Cuatro días después de ser liberado, Rubens Paiva fue secuestrado en su casa por la policía militar, acusado erróneamente de mantener contactos con Lamarca. Un día después de su encierro Paiva murió víctima de las torturas a las que fue sometido. Su cuerpo nunca fue encontrado. ↩︎
  3. Walter Salles (1956), director del filme, es, además, piloto automovilístico profesional. Su padre fue embajador y banquero (copropietario del banco brasileño Unibanco). Tras pasara varios años en Francia y EEUU llevado por la labor diplomática de su padre, regreso a Brasil a los 13 años, durante la dictadura de Garrastazu Medici. En este tiempo fue cuando conoció a la familia Paiva. Estudió en la Universidad Católica de Río de Janeiro y, posteriormente, maestría de comunicación visual en la Universidad de Los Ángeles, California. En los años 90 hizo varias películas en su país, la más conocida de las cuales es “Estación Central de Brasil”, que ganó el Oso de Oro en el Festival de Berlín, el primer premio en el Festival Internacional de La Habana y numerosos títulos más. En 2004 realizó “Diarios de motocicleta”, sobre el viaje iniciático de Ernesto Guevara y su amigo Alberto Granado por el continente sudamericano, que cosechó innumerables premios. Dirigió, a continuación, la película “On the road” en los EEUU, basada en la novela de Jack Kerouac. Después de 16 años sin realizar un largometraje ha dirigido “Aún estoy aquí” en 2024. Se nota que la película ha sido elaborada minuciosamente, casi podría afirmarse que pensada plano a plano (le llevó al director siete años de preparación), rodada con, atención, convencimiento y sinceridad. Con la persuasión de quien tiene claro lo que quiere plasmar: rendir un sentido homenaje de admiración a unos personajes, una familia, una época, un arte de vivir. Esperanza de vida y futuro que nunca llegó a ser. ↩︎
  4. Rango de clase compartido con el director del filme. La fortuna que Salles heredó de su padre le sitúa entre los brasileños más ricos, con negocios en el sector bancario y minero. Resulta difícil imaginar que alguien en su situación económica se dedique con tanta convicción a la realización de filmes de denuncia. Pero la divisa que marca su conducta, según repite a menudo, es: “Lo humano es lo esencial”. Poca, pero hay gente así. Pero son los de abajo quienes, si es que se puede, harán lo que tengan que hacer. ↩︎

Deja un comentario