Ya can’t look at much, can ya man? (No hay mucho que ver, ¿eh, amigo?) *
(Una crítica reminiscente. Por A. C.)
MEMORIA
Puede recordar al joven de dieciocho años que solo en su habitación se evadía por medio de la música de la sombría realidad de la ciudad muerta de afuera, de la que se desprendía un silencio como de ceniza sucia. Como si llevara a cabo un acto secretamente vindicativo escuchaba una música diferente a la mierda de pop patrio y los hits comerciales que se oían a todas horas en la radio. Una música que vivificaba sus sentidos y le hacía volar hacia cielos rutilantes, lejos de la lóbrega y grotesca realidad que le rodeaba: Bob Dylan, Joan Baez, Phil Ochs, Judy Collins, Peter, Paul y Mary, Los Byrds, Simon y Garfunkel, Donovan, Tim Buckley… Deslumbrado, embebecido, podía poner en el tocadiscos “Like a Rolling Stone” diez veces seguidas (una hora entera, pues la canción dura seis minutos). No entendía nada de lo que decía la letra, pero su tropel de sonidos, su polifónica audacia le hacían vislumbrar un mundo en el que palpitaba, expectante e indómita, la vida. Desde el primer sorpresivo y airado golpe de percusión con que se abre la canción, como quien dice “in media res”, que, sonaba realmente “como si alguien hubiese abierto la puerta de tu mente de una patada”, seguido de la frase reiterativa del órgano eléctrico, en acorde con el piano y el bajo, antes de que entrase la voz acerada, cínicamente desapacible, inquisitiva y conminatoria de Dylan, su redundante, persistente, mordaz y persuasivo fraseo, los cuatro movimientos con el punzante estribillo sobre el fondo del órgano eléctrico, “How does it feel?/ How does it feel?/ To be on your own/ With no direction home/ Like a complete unknown/ Like a rolling stone”, parecía que eso era algo que transformaba las normas de la música popular de forma definitiva, que ya nada sería igual. Sonaba como un viento de desacato y emancipación.
LAS BIOPICS Y PARA QUÉ SIRVEN
El biopic (“biographical picture”: película biográfica) es un género cada vez más de moda en la industria cinematográfica, sobre todo el dedicado a los artistas musicales, en algún caso, como el que aquí se reseña, sin darles siquiera tiempo a que se mueran. Dejando aparte las películas referidas a compositores clásicos del pasado (un subgénero poco transitado), la gran mayoría se centran en las figuras de la música popular anglosajona contemporánea, puesto que, a causa de la curiosidad y el atractivo que despiertan sus protagonistas en el público, componen un arquetipo característicamente hollywoodiense. Han sido, así, llevadas a la pantalla las vidas de figuras de la canción como Billie Holiday, Ray Charles, Elvis Presley, Jerry Lee Lewis, Ritchie Valens, Tina Turner, Johnny Cash, Jim Morrison, Kurt Cobain, John Lennon, Brian Wilson, Elton John, Freddy Mercury o Amy Winehouse, entre muchos más (fuera de los filmes sobre artistas angloamericanos, sólo ha alcanzado resonancia internacional el dedicado a la cantante francesa Edith Piaf, “La vida en rosa”).
El de las biografías de personajes famosos es, de todos los que existen, seguramente el género más espurio y sujeto a cautelas y exigencias acerca de lo representable e irrepresentable. Su objetivo no es casi nunca dar a conocer la personalidad real de la figura escenificada, sino asear su imagen, lustrarla y acicalarla, o sea, resguardarla y ocultarla, devolviéndola al espectador de manera que se ajuste al mito establecido. Confirmar y legitimar, en suma, la versión oficial. Con “sus luces y sombras” por todos de antemano conocidas, naturalmente. Vidas borrascosas, como lo son siempre las de los artistas, pero con cuidado de no iluminar más allá de la rutilante superficie. Resulta evidente, sin embargo, que un relato biográfico que no contenga un carácter revelador, que no pretenda extraer la realidad menos aparente y más significativa del personaje, es ocioso, insustancial, sin fundamento. Tratándose de un producto de Hollywood no se podía esperar otra cosa de la biopic dedicada a Bob Dylan que se acaba de estrenar1.
LO QUE CUENTA EL FILME
No es la historia de una vida, sino solamente la crónica de un intervalo vital determinado. Los comienzos artísticos del cantante estadounidense, quien, en realidad, no se llamaba Dylan, sino (Robert) Allen Zimmerman, que cambió su apellido llevado, según parece, por su admiración hacia el poeta irlandés Dylan Thomas (1914-1953). El filme se circunscribe a los cinco primeros años de su carrera musical, de 1961 a 1965, en que de “un completo desconocido” pasó a ser el más importante de los cantautores del siglo XX, que innovó de forma radical la música folk, uniéndola a la canción protesta y fusionándola con el rock. La acción se centra en la intensa disputa ideológica que provocó la decisión del cantante de sustituir la guitarra acústica, preceptiva de la canción (y del movimiento) folk, por la guitarra eléctrica y, con ello, pasar del folk a un nuevo estilo musical conocido como folk-rock.

LOS PERSONAJES: EL PRINCIPAL
Cuando llegó a Nueva York en 1961, a los 19 años, Dylan era lo que se dice un provinciano. Sin demasiada cultura, pero con una vocación decidida. De origen judío por vía paterna y materna procedía de una pequeña ciudad de Minnesota, estado del Medio Oeste fronterizo con Canadá. En su autobiografía rememora así su infancia: “El pueblo en el que crecí estaba totalmente apartado del centro de la cultura. Simplemente había bosques, cielo, ríos, torrentes y lagos, invierno, verano, primavera y otoño. La cultura se basaba fundamentalmente en circos y carnavales, predicadores, espectáculos para leñadores y cómicos, bandas de música y fantásticos programas musicales de radio que no me cansaba de escuchar”. A la gran capital llegó a dedo y con lo puesto, más una guitarra, una armónica, el reciente cambio de su apellido y la inequívoca convicción de que iba a ser el discípulo más grande del legendario cantante folk Woody Guthrie, al que consideraba “la verdadera voz del espíritu norteamericano”. Lo primero que hizo fue visitarle en el hospital donde estaba ingresado desde hacía años por una enfermedad neurodegenerativa incurable y cantarle la canción que había compuesto para él, “Song to Woody” (“Hola, Woody Guthrie, te he escrito una canción/ Sobre un curioso mundo que sigue dando vueltas/ Que parece enfermo y tiene hambre, que está cansado y roto/ Que parece estar muriendo y apenas si acaba de nacer”). Comenzó a tocar en bares y clubes de la ciudad. Conoció a los más destacados representantes de la música folk, cuyo guía incontestable e incorruptible era Pete Seeger, que entonces tenía 42 años y se convirtió en su mentor. Dylan sacó su primer disco en 1962, que casi no contenía canciones propias y que apenas tuvo repercusión. Pero en los dos años siguientes publicó sendos LP que lo lanzaron a la fama: “The freewheelin’ Bob Dylan” (algo así como El desenvuelto o procaz o libertario Bob Dylan) y “The times they are a changin” (Los tiempos están cambiando), que incluían temas sociopolíticos, en defensa de los derechos civiles y radicalmente antimilitaristas. Sus canciones no sólo eran buenas musicalmente, sino también desde un punto de vista literario. Eran auténticos poemas musicados. Su aparición levantó una inusitada conmoción que agitó las aguas tranquilas de la música folk. De inmediato pasó a ser considerado el principal intérprete del folk y de la canción protesta, y, para muchos, se convirtió en “el portavoz de una generación”.
Y LOS SECUNDARIOS
Woody Guthrie (1912-1967) comenzó a componer y cantar lo que se conocería como canciones protesta veinte años antes, en la época de la Gran Depresión, al tiempo que escribía en el People’s Daily World, el periódico del Partido Comunista de EEUU, y militaba en el sindicato Industrial Workers of the World. Era un músico militante de las causas sociales, una especie de Tom Joad (el protagonista de “Las uvas de la ira”) con guitarra. Pasó los últimos 10 años de su vida en un hospital afectado por la enfermedad de Huntington, que había causado la muerte de su madre. El escritor John Steinbeck dijo de él: “Es una voz y una guitarra. Canta las canciones de un pueblo y él mismo es en cierto modo ese pueblo. Con su timbre áspero y nasal, la guitarra colgando como una herramienta oxidada, nada dulce hay en las canciones que canta. Pero hay algo más importante para quienes lo escuchan: la voluntad de resistir, de luchar contra la opresión”. Y Bob Dylan: “Mi vida cambió para siempre el día que escuché un disco de Woody Guthrie. Él captaba como nadie la esencia de las cosas. Woody posee un alma profundamente poética, es el poeta de la tierra reseca y del duro cieno… Divide el mundo entre los que trabajan y los que no. Y está interesado en la liberación de la humanidad y en crear un mundo donde valga la pena vivir”. En su guitarra estaba escrito: “Esta máquina mata fascistas”. Woody Guthrie también tuvo su película, basada en su novela autobiográfica “Rumbo a la gloria”, que se estrenó con el título de “Esta tierra es mi tierra”, realizada en 1976 por Hal Ashby.
Pete Seeger (1919-2014) era hijo del compositor y musicólogo Charles L. Seeger. Desde los 17 años militó en la Liga de Jóvenes Comunistas y desde 1942 en el Partido Comunista de EEUU, que abandonó en 1949. En 1943 grabó un disco con canciones de la Guerra Civil Española. En los 40 fundó dos de los más importantes grupos folk: los Almanac Singers y los Weavers, que cantaban canciones sindicalistas, de inclusión racial y otras causas progresistas. Inventó el banjo de mástil largo y escribió el libro “Cómo tocar el banjo de 5 cuerdas”. Sufrió persecución política por parte del Comité de Actividades Antiamericanas. En 1951 fue condenado a un año de cárcel y “total censura en los medios de comunicación” por negarse a dar información sobre sus actividades políticas. Aún en 1961 “fue declarado culpable en un juicio con jurado por desacato al Congreso y condenado a diez años de prisión, pero en 1962 un tribunal de apelaciones anuló su condena”. Con el resurgimiento del folk en la década de los 60 las canciones antibélicas y defensoras de los derechos civiles de Seeger gozaron de gran popularidad y él mismo, siguiendo la estela de los legendarios Joe Hill y Woody Guthrie, fue visto y reconocido como el “patriarca” del movimiento folk. A mediados de los 60 presentó “Rainbow Quest”, un programa de televisión de música folclórica, desde el que impulsó la carrera musical de los jóvenes cantantes de folk. En su banjo figuraba escrito el lema: “Esta máquina obliga al odio a rendirse”.
Alan Lomax (1915-2002), etnomusicólogo, es considerado el más importante recopilador de canciones populares del siglo XX. Dedicó buena parte de su vida a viajar por el mundo para recoger con su grabadora muestras del folclore musical de muchos países, entre los cuales los siete discos titulados “Folk Songs of Spain”. A finales de los 40 fue acusado por el FBI de simpatizar con las ideas comunistas, lo cual lo obligó a marcharse a Europa. Desarrolló un método que denominó “cantométrico” que relacionaba los estilos de la música vocal tradicional y las normas sociales de la cultura que los produce. Desempeñó un importante papel en el renacimiento de la música folk que se produjo en los años 50 y 60 en EEUU e Inglaterra.
Suze Rotolo (1943-2011), de ascendencia italiana, fue el primer gran amor de Dylan en Nueva York (en la película aparece con el nombre supuesto de Sylvie Russo, no se sabe si tan sorprendente ocultación ha sido motivada por alguna indicación de Dylan, que siempre la recordó con sincero afecto, o por imposición de la familia de Rotolo). Los padres de la auténtica, Suze, eran miembros del Partido Comunista de EEUU durante el macartismo. A principios de los 60 ella “empezó a trabajar como activista política a tiempo completo en la oficina de la CORE (Congress of Racial Equality) y en la organización antinuclear SANE”. Actuó como guía cultural e ideológica del joven Dylan. Fue a partir de que la conoció que sus canciones abordaron temas sobre el movimiento por los derechos civiles y antibelicistas. Fue ella quien le dio a conocer la poesía de Rimbaud y de Bertolt Brecht y la que le inspiró varias de sus mejores canciones de amor. La relación entre ambos se quebró debido a la aventura amorosa del músico con Joan Baez y a la oposición de la familia de Suze. Es la chica que aparece caminando abrazada al cantante por una calle nevada de NY en la portada del disco “The Freewheelin”.
Joan Baez (1941) ha sido una de las grandes figuras de la música folk y de la canción protesta. Su carrera profesional comenzó a los 18 años con su aparición en el Festival de Folk de Newport. A los 20 años ya había publicado tres LP y con su voz de soprano se había convertido en la reina indiscutible del folk. Fue una activista incansable por los derechos ciudadanos, la igualdad racial y contra la guerra de Vietnam. Apoyó la insumisión en sus conciertos. Fue detenida en 1967 por bloquear la entrada al centro de reclutamiento de las fuerzas armadas de EEUU y permaneció un mes en la cárcel. Visitó Hanoi durante dos semanas en 1972 y “compartió” con el pueblo vietnamita un bombardeo norteamericano. Su relación con Dylan, siempre conflictiva, llena de encuentros y desencuentros, que refleja la película, parece que duró de 1963 a 1965. Fue ella quien promocionó la carrera del cantante cuando este era aún “un completo desconocido”. Aún en 1967 sacó un doble LP titulado “Any day now” que contenía exclusivamente canciones de Bob Dylan y en fecha tan tardía como 1975 participó con él en una larga gira musical que se denominó The Rolling Thunder Revue.
Aparte de los mencionados aparecen incidentalmente en el filme otros nombres secundarios, como Albert Grossman, el muy sagaz representante artístico de Dylan y cofundador del Newport Folk Festival, que se celebraba anualmente en dicha ciudad; el problemático cantante de country-folk Johnny Cash (del que el director, James Mangold, ya había realizado en 2005 una biopic interpretada por Joaquin Phoenix, titulada “En la cuerda floja”); el fantasmagórico cantante Bob Neuwirth, que se le aparece al protagonista en un ascensor como voz de su conciencia; el músico Al Kooper, quien improvisó en plena grabación el soberbio riff (frase musical de acompañamiento) de órgano de la canción “Like a Rolling Stone”; Peter Yarrow, del conocido trío Peter, Paul & Mary, el grupo que popularizó las canciones de Dylan; o Toshi Seeger, la mujer de Pete, documentalista cinematográfica sobre temas de música folk. Y aun otros dos que se hacen presentes precisamente en virtud de su ausencia, seguramente para no incomodar al protagonista de la película recordándole lo mal que se portó con ellos, siendo como eran ambos amigos suyos: el brillante folksinger Phil Ochs (del que Joan Baez canta una canción en la película para molestar a Dylan), de aciago destino, y el más modesto Dave van Ronk, que nunca llegó a descollar.
ESCENARIO
Todos estos personajes se mueven por Greenwich Village (o, más sucintamente, El Village), barrio del lado sur-oeste de Nueva York, entre la calle Broadway al este y el río Hudson al oeste. Marco de la vida bohemia desde principios del s. XX, donde vivían artistas, poetas, músicos, estudiantes y activistas políticos radicales, constituyentes de la llamada nueva izquierda urbana. En los años 50 el núcleo dominante lo formaban los poetas de la generación Beat: Kerouac, Ginsberg, Burroughs, Ferlinghetti. En los 60, los músicos Folk, con una conciencia de cambio político de la que carecían los beatniks, y que actuaban diariamente en los numerosos bares, teatros y clubes nocturnos del barrio. En 1963 senadores del Partido Republicano solicitaron al Comité de Actividades Antiamericanas una investigación sobre la música folk “por su contenido comunista y subversivo”. Actualmente el barrio se ha convertido en una especie de parque temático cultural. Una zona residencial y turística para gente “con pasta”.
ASÍ ESTABAN LAS COSAS ENTONCES
Eran tiempos de guerra fría y paranoia nuclear. El gobierno estadounidense se preparaba para intervenir militarmente en Cuba y Vietnam. Unos años antes el macartismo había desarticulado por medio de una intensa represión a la izquierda política ligada al Partido Comunista. En el interior del país la disidencia concentraba su lucha en la conquista de los derechos civiles de la minoría negra, contra la escalada belicista y a favor de la libertad sexual. La radicalización de los 60 fue un movimiento eminentemente juvenil y pacifista incentivado por la situación opresiva que vivía el país, en la que el movimiento de renacimiento del folk pasó a ser un factor espiritual unificador de la lucha. Tal como cantaba Dylan, profetizando el movimiento contracultural hippy: “Venid, padres y madres/ De todo el país/ Y no critiquéis/ Lo que no podéis comprender/ Vuestros hijos e hijas/ Están ya fuera de vuestro control/ Vuestro antiguo camino/ Está envejeciendo rápidamente/ Apartaos, por favor, del nuevo/ Si no podéis echar una mano/ Porque los tiempos están cambiando”.
En 1961 se llevó a cabo el intento de invasión de Cuba por parte de grupos de exiliados cubanos apoyados y armados por EEUU, que acabó en un desastre para los asaltantes. En octubre de 1962, se produjo la crisis de los misiles de Cuba, el momento en que más cerca se estuvo de una guerra nuclear entre EEUU y la URSS. El 28 de agosto de 1963 se llevó a cabo la Marcha sobre Washington, una de las mayores manifestaciones en la historia de los EEUU, por el trabajo, la libertad y los derechos civiles, en la que intervino Martin Luther King (“I have a dream”) y cantaron Joan Baez y Bob Dylan. Tres meses después moría asesinado el presidente Kennedy. El mismo año un miembro del grupo Consejo de Ciudadanos Blancos asesinó al activista negro Medgar Evers (a quien Dylan dedicó su canción “Only a pawn in their game” (“Sólo un peón en su juego”), una de cuyas estrofas proclama acerca del hombre blanco que lo mató: “Se le enseña a ir en cuadrilla/ A disparar por la espalda/ A colgar y a linchar/ A ocultarse bajo una capucha/ A matar sin remordimiento/ Y al igual que un perro encadenado/ No tiene nombre/ Pero no se le puede culpar/ Porque es sólo un peón en su juego”). El mismo año supremacistas blancos queman una iglesia en Alabama asesinando a 4 personas. En 1964 se promulgó la Ley de Derechos Civiles, que puso fin a la segregación racial en lugares públicos. Proclamación del Black Power: en 1965 se funda el partido de los Panteras Negras. En este tiempo se producen protestas masivas contra el servicio militar obligatorio y la guerra de Vietnam. En 1968 son asesinados Robert Kennedy y el líder negro Martin Luther King.
En este clima de agitación e histerismo político, en el que una estrella de la canción podía ser vista como un adalid de la revolución, es muy posible que Dylan llegase realmente a temer por su vida y que esta eventualidad influyera en su evolución posterior. Así es como a finales de 1964 la aparición de su LP “Another side of Bob Dylan” y un año después el titulado “Bringing it all back home” señalan un cambio sustancial en el contenido de sus canciones, que ya no tratan de temas comprometidos, sino de amores, desamores y cuestiones más o menos autobiográficas de contenido críptico, pues ahora hace un uso indiscriminado de la escritura automática al modo surrealista. Aunque todavía adscrito al folk, deja de ser por voluntad propia el más cualificado representante artístico de la denuncia social. Le asusta ser considerado un líder de la protesta. “No quiero escribir más para la gente, ser un portavoz, a partir de ahora sólo quiero escribir sobre lo que siento”.
UN COMPLETO DESCONOCIDO
La intención de tan largo exordio no es otra que ubicar el contexto histórico que sirve de marco a la película, imprescindible para su real y acabado entendimiento. El «completo desconocido» al que hace referencia el título del filme, no tiene que ver tanto con el cantante del que nadie había oído hablar y que de manera fulgurante se convirtió en la principal figura de la música popular, como con era personaje polifacético, inescrutable y contradictorio, proclive al cambio de personalidad y al transformismo escénico, del que resulta imposible llegar a conocer su verdadera identidad.
Mucho más difícil aún de entender la película y el personaje para el público español, que en tiempos de dictadura, no tuvo oportunidad de conocer sus canciones (a no ser que algún conocido te trajese de Londres o París algún disco suyo). El primer LP de Dylan que se publicó en nuestro país fue el octavo de su carrera, de 1968, cuando ya había dejado atrás la época de su vertiginosa eclosión artística, el período de 1963 a 1966, en que dio lo mejor de sí mismo, cuando se llegó a hablar de él como del Rimbaud norteamericano. ¡ Cuatro años tan sólo de genio, que lo encumbraron para siempre! Después, Dylan ya fue otro Dylan. Los seis LP de su rutilante etapa prodigiosa, que fundamentaron la leyenda «dos de folk y canción protesta, dos de transición y dos, finalmente, «Highway 61 Revisited» y el doble «Blonde on Blonde, de folk rock) fueron por fin publicados en España a finales de los 80, cerca de un cuarto de siglo después de su aparición original. Así que, en este sentido, también aquí fue y sigue siendo un completo desconocido.
Por lo que se refiere a la película, es tan previsible como insustancial2. Como cabe suponer, está realizada según los parámetros de “calidad” del cine americano actual. Es decir, una historia que enganche al público por la sugestión que despierta el personaje representado y su contexto humano e histórico. Consiste básicamente en dotar de movimiento y color a las fotografías más conocidas del currículum del cantante y en escenificar/dramatizar sus actuaciones musicales más representativas. Algo que le puede bastar al fan o al lego, al mitólogo y al que accede por primera vez a su leyenda, pero no busquemos en el filme el menor intento de profundizar con un fin elocuentemente significativo sobre las razones del personaje y de las circunstancias. No sólo porque cause incomodidad física y artística visualizar a un Dylan que obviamente no es Dylan (por muy buena voluntad que ponga el actor Timothée Chalamet en imitar su gestualidad). Ni Pete Seeger se parece en cuerpo ni, menos aún, en alma al verdadero (en la película aparece como un afable y benévolo tontaina, una especie de boy scout entrado en años, todo lo contrario de lo que se puede afirmar del tipo firme y aplomado, además de admirable artista, que fue). Lo mismo cabe decir del resto de personajes históricos que comparecen en el filme, que no cumplen otra función que estar presentes (poner su rostro) en la representación de «la vida del genio». E igual falta de espíritu demostrativo planea sobre el escenario de la acción, Greenwich Village, que fue el centro neurálgico del «folk revival».
El filme esboza, aunque de forma meramente referencial, sin el menor trasfondo de complejidad dialéctica, el clima prebélico de incertidumbre y paranoia representativo del momento histórico. El estado de desasosiego originado por la crisis de los misiles. La gente (la propia Joan Baez) escapando por las calles en busca de un ilusorio refugio, como si Nueva York fuera a ser bombardeada aquella misma noche, mientras Dylan, inconmovible, canta en un café “Masters of war” (“Señores de la guerra”), en la que maldice a los empresarios de la muerte: “Los que fabricáis armas/ Los que fabricáis bombarderos/ Los que os escondéis detrás de vuestros escritorios/ Sostenéis los gatillos/ Para que otros disparen/ Y cuando los muertos empiezan a aumentar/ Os escondéis en vuestros palacios/ Mientras la sangre de los jóvenes/ Escapa de sus cuerpos/ Y se entierra en el barro/ Habéis traído el peor temor/ Que imaginarse pueda/ El miedo a traer niños a este mundo/ Por amenazar a mi hijo/ Que no ha nacido ni tiene nombre/ No merecéis la sangre/ Que corre por vuestras venas/ Espero que muráis/ Y la muerte os llegue pronto/ Seguiré vuestro ataúd/ En la pálida tarde/ Y observaré cómo os bajan a la tumba/ Y permaneceré de pie sobre ella/ Para estar seguro de vuestra muerte”. Es el mismo Dylan que no mucho tiempo después declarará: “Para mí no hay negro ni blanco, ni derecha ni izquierda. No pienso en algo tan trivial como la política”.
El problema de la película es que, pendiente en todo momento de no salirse del canon hollywoodiense, carece de la capacidad de atracción y de convicción necesarias para desarrollar el tema, que es el de la libertad de creación del artista: el enfrentamiento entre los principios mantenidos por el movimiento folk, fuertemente vinculado con la izquierda tradicional, política y sindical, que identificaba el sonido eléctrico del rock con una forma de alienación de la juventud por parte del sistema, y la ambición del protagonista de seguir una evolución artística propia, que le aleja de manera inevitable de la orientación que intentan imponerle los puristas de la tradición folk, que habían visto en él al conspicuo heredero de Woody Guthrie de los tiempos modernos. La situación se hace más problemática y beligerante con la llegada a EEUU de la pujante marea del rock inglés que representaban los Beatles, los Rolling Stones y los demás grupos pop. Entonces la electricidad incorporada a la música adquiere un sentido plenamente ideológico y político, y el giro del joven Dylan es asumido como una traición a la causa.
Es en esta tesitura como hay que entender el acontecimiento, que constituye el punto álgido de la película, de la actuación de Dylan, ¡60 años hace de eso!, acompañado de una banda de músicos equipados con instrumentos eléctricos, en el Festival de Folk de Newport, santuario de la música folk (en el que en años anteriores él había participado con gran éxito, armado tan sólo con su guitarra acústica y su armónica). Allí, quien hasta poco antes había sido exaltado como la axiomática figura del folk, comparece con evidente afán provocador (tiene 24 años, un inmenso talento y un exceso de autoestima y ambición) para, sin más preámbulos, lanzarse a cantar “Like a Rolling stone” a 100 atronadores dB. Es recibido con los pitos e insultos del público y la furibunda repulsa de la jerarquía del movimiento folk. Al final reapareció para cantar entre airado y conmovido, sólo con guitarra y armónica, como lo haría un folksinger, su canción “It’s all over now, Baby Blue” (“Se acabó todo, Baby Blue”), una canción de desamor que en aquellas circunstancias sólo podía entenderse como su despedida definitiva del movimiento contestatario, al que deja sin sucesor y que, huérfano del que había sido proclamado su líder musical, fue declinando en los años siguientes de manera irreversible. Ahora todo el mundo se pasaba al folk-rock o directamente al rock.
Donde debería mostrarse más claro y resolutivo, a la hora de ilustrar el enfrentamiento entre el “destino individual” y la utopía (el “destino colectivo”), entre la libertad creativa del artista y el movimiento al que se espera que aquel represente o incluso lidere, es donde el filme manifiesta de forma más evidente su superficialidad y sus carencias. Las razones de uno y otros resultan vulgares y estereotipadas y convertidos en lugares comunes, en clichés, los caracteres de los antagonistas. Los guardianes de la pureza de la música folk son personajes de una pieza, toscos e intransigentes doctrinarios, rústicos montañeses. “Su propia ejemplaridad hacía que su empresa resultase imperfecta e ilusoria”. Su error, demasiado humano, fue “haber esperado demasiado de él”, haber creído que su compromiso ideológico, como el que animaba a Guthrie o Seeger, era inalterable y consistente, que estaba por encima de sus aspiraciones personales. Por su parte, el protagonista, a lo largo de la película, en todo momento, antes y después, permanece siempre igual a sí mismo, es decir, al personaje que el tiempo hizo de él. Cuando está claro que el de Dylan, discordante, voluble, paradójico, contradictorio, es un personaje moldeado a conciencia por sí mismo para hacerlo inaccesible e irrepresentable, a imitación de la imagen tópica del genio.
El tema de su apostasía no es más que la rebelión contra el superyó del padre (entendiendo como tal, la estructura partidaria que representaba el movimiento folk). “El triunfo fálico de la generación joven sobre la anterior”.
ADENDA
Un año después del punto en que termina la película Dylan tuvo un misterioso accidente de moto, real o inventado, que le mantuvo apartado dos años de la escena pública. A su vuelta siguió publicando discos: buenos (pocos), malos y regulares, y, cual una parodia de sí mismo, cambiando continuamente de estilo y de look. Pero no volvió a ser el mismo. El que había revolucionado la música folk y el rock como no lo hizo ni lo haría nadie antes ni después. A los 25 años había culminado y consumado de forma concluyente su obra. Como Rimbaud. La diferencia es que este desapareció definitivamente una vez cumplida.
Pero, hoy, a los 84 años, después de haber ganado un tan insólito como nostálgico Premio Nobel de Literatura, Bob Dylan sigue actuando y grabando discos. Arrastrando su mito por los escenarios con una voz irreconocible, bronca y aguardentosa, más que cantar gruñe y parece sentir un extraño placer en destrozar sus viejas canciones.
Quedarán, eso sí, indelebles, aquellas grandes canciones (más de medio centenar) de un tiempo lejano que bien podríamos llamar prodigioso.
NOTAS
(*) “Ya can’t look at much, can ya man?” (“No hay mucho que ver, ¿eh, amigo?”), es el último verso de su canción “Visions of Johanna”.
- Sobre la figura de Bob Dylan se han realizado diversas películas, la mayoría, como es de suponer, documentales. La que más llama la atención es la realizada por el mismo cantante en 1975 titulada “Renaldo y Clara”. Se trata de un filme experimental y vanguardista de ficción (aunque con imágenes documentales incorporadas de actuaciones musicales) que dura cerca de 4 horas, rodado durante su gira Rolling Thunder Revue. En la película Bob Dylan interpreta el papel de Renaldo, su entonces mujer Sara el de Clara, Joan Baez interpreta a “la mujer de blanco” y Ronnie Hawkins hace el papel de “Bob Dylan”. El filme solo fue fugazmente estrenado en 1978 en seis ciudades de EEUU, fue un fracaso total y el propio Dylan retiró la distribución de la película. Hoy algunos extractos se pueden ver en los DVD que acompañan a tres de sus discos.
También apareció como actor en un papel secundario en la película “Pat Garrett y Billy the Kid” (1973) de Sam Peckinpah, del que compuso la música.
Aparte del ahora estrenado, el principal filme de ficción sobre la figura del cantante es “I’m not there” (2007) de Todd Haynes, un biopic que muestra diversos momentos de su vida personal y profesional, encarnados por intérpretes diferentes: un niño negro, un artista que vive en la carretera, una joven figura rock interpretada por una mujer, un cantante folk que se hace evangelista y un fugitivo.
Aparte de las numerosas grabaciones de sus conciertos, el resto son documentales, cuyos títulos se ofrecen ordenados cronológicamente: “Don’t look back” (1967) de D. A. Pennebaker, sobre su primera gira por Inglaterra en 1965. “No direction home” (2005), película en dos partes sobre la figura del cantante realizada por Martin Scorsese. “La otra cara del espejo” (2007) de Murray Lerner, sobre sus actuaciones en el Festival de Música Folk de Newport entre 1963 y 1965, que recoge su última y tumultuosa aparición con acompañamiento eléctrico. “Bob Dylan revealed” (2011) de Joel Gilbert, que incorpora entrevistas y material de archivo. “Rolling Thunder Revue” (2019) de Martin Scorsese, sobre su gira de 1975 del mismo nombre. Aparece también en el documental de 1978 de Martin Scorsese “El último vals”, filmación del concierto de despedida del grupo The Band, que durante años acompañó a Dylan en sus actuaciones. Asimismo, es un intérprete necesario de “I am a noise” (2023), documental de Karen O’Connor sobre Joan Baez.
Sobre la vida bohemia en Greenwich Village en los años 60 y la preponderancia del movimiento Folk, los hermanos Coen realizaron en 2013 la película “Inside Llewyn Davis”, que contaba las tribulaciones de un cantante folk inspirado en cierto modo en la vida de Dylan. ↩︎ - James Mangold, el director, comenzó en el “cine independiente” (o sea, supuestamente off Hollywood) lo cual sirve para abrir a jóvenes directores las puertas para participar en el prestigioso Festival de Cine Independiente de Sundance. Tras su primera película “de autor”, “Heavy”, de 1995, se dedicó al cine comercial, realizando filmes de superhéroes y remakes de películas de éxito del pasado siglo. Además de sendos biopics dedicados a Johnny Cash y Bob Dylan. ↩︎



