“GOLPE DE SUERTE” DE WOODY ALLEN

FALSO AZAR 

(Por A. C.)

La última película de Woody Allen (que hace la número 50 de su carrera) es una “comedia negra” rodada en Francia, en francés y con actores franceses, debido al ostracismo cinematográfico al que está sometido el director en su país. Con luz e influencias cinéfilas francesas, Truffaut y Rohmer. Un irónico cuento moral sobre el alcance y el peso del azar como motor secreto de la vida y las relaciones humanas. Y, cómo no, del sentido mismo de sus películas. No sólo el azar del encuentro imprevisto que decide nuestro destino, sino como causa primera de nuestra existencia, según la metafísica y humorística cosmovisión alleniana: un solo espermatozoide entre millones consigue alcanzar su objetivo y esa exitosa carrera inaugural hace que seamos quienes somos y no otro, ¿azar o voluntad? Unos personajes creen en la suerte (incluso de la que se puede esperar de un billete de lotería), otros solo en la capacidad de decisión. La combinación de circunstancias fortuitas puede conducir a la ilusión amorosa o a la fatalidad, a la felicidad o al desastre. 

Pero, ay, en “Golpe de suerte” el azar no se justifica a sí mismo, no actúa de manera consecuente con su propia imprevisibilidad, o sea, con el necesario e imponderable discurrir de la trama, sino impuesto de forma arbitraria (y abusiva) por el autor del guion (Allen) para llegar a donde desde el primer momento se había propuesto, resolviendo hiperbólicamente la situación a la manera de un deus ex machina.

Para que el mecanismo argumental funcione Allen necesita forzar la personalidad de los protagonistas y el desarrollo de los acontecimientos hasta lo inverosímil y más allá. Lo cual no tendría demasiada importancia en una comedia cómica, pero sí mina el sentido de una comedia dramática como esta, que pretende formular una cierta visión (negra) de la vida, por muy irónica que sea. Y esta película no nos hace esbozar siquiera una sonrisa. 

El mundo está lleno de gente rara, pero la configuración caracterológica del marido de la protagonista es no sólo improbable, sino, lo que es peor, grotescamente caricaturesca. Ella, Fanny, es encantadora guiada por la mano del director, pero no parece imaginable que hasta el final no haya tenido la menor sospecha de la condición sicótica de su esposo. El chico es presentado como un prometedor escritor (el tópico del artista americano ingenuamente hemingwayano que necesita ir a París para inspirarse), pero por lo que podemos ver es más bien un rústico. Y la madre de ella, un ser de naturaleza imposiblemente inconsecuente y voluble, indispensable para hacer girar la caprichosa rueda de la intriga. Llegamos así a un final autoparódico, previsible y más bien decepcionante, que se encarga de hacer justicia a los desmanes del malvado marido. No es el azar el que resuelve el enredo, sino una broma (sin gracia) del director. 

Aunque no nos guste, la película tiene, aun así, alguna buena escena. La inicial, el encuentro casual por la calle del chico y la chica. Bien rodada, espontánea y natural, en una sola toma, a lo Truffaut. Nos hace creer erróneamente que la película estará a la altura de esa primera secuencia. Otra más aún: una panorámica interior que en su recorrido encuadra una ventana desde la que vemos al marido saliendo a cazar y se detiene en el rostro de la protagonista leyendo el libro de poesías que le ha regalado el chico, augurio de su coup de foudre (flechazo) y consiguiente adulterio.

Hay que destacar la parisina luminosidad otoñal de la fotografía de Vittorio Storaro, que ha dado luz y color a las últimas películas de W. Allen, que siempre ha confiado en los buenos oficios de los operadores europeos: Di Palma, Nykvist, Aguirresarobe y ahora Storaro. La fotogenia de la actriz Lou de Laâge, muy bien llevada por el realizador. Al igual que deplorar la tiesura expresiva del marido (Melvil Poupard) en su papel de malvado, un auténtico fantoche.

Woody Allen es, por lo que hace al estilo, el más europeo de los directores americanos. Hoy el neopuritanismo imperante en su país le obliga a trabajar fuera, en cualquier lugar de Europa que le abra las puertas (y si se la abriesen en China, allá que se iría, pues no puede vivir sin rodar). Pero su inspiración le debe mucho más al cine y al teatro americanos que a Bergman o Fellini, por eso sus mejores películas son americanas. A estas alturas de su producción ya no tiene nada que demostrar, pero uno cree que, a pesar de ello y de la edad, del inquisitorial acoso que sufre y de su propia hipocondría seguirá haciendo películas y, como quien dice, morirá con la cámara en la mano. Eso es lo que le deseamos, tanto por él como por nosotros, que le apreciamos tanto en lo bueno como en lo menos bueno.

“EL REGRESO DE LAS GOLONDRINAS” 

DE LI RUIJUN

LA PELÍCULA MÁS TRISTE DEL MUNDO

(Por A. C.)

He aquí una declaración del director de la película, Li Ruijun: “El trabajo cinematográfico es esencialmente el mismo que el de los agricultores. Se basa en la confianza en la tierra y en el tiempo”.

Una conexión más bien inextricable la que establece entre cine y agricultura, pero que Ruijun parece empeñado en demostrar en su película. 

“El regreso de las golondrinas”, película china de 2022, es una muestra modélica de cine-poesía. Se propone expresar lo profundo a través de lo más sencillo y elemental. Historia de dos personajes sin ninguna importancia histórica, que nunca serán protagonistas de nada, ni siquiera de sus propias vidas. Campesinos pobres, dos inocentes que, sin ser conscientes de ello, viven una vida heroica que nunca será conocida ni reconocida como tal. Una forma de heroísmo que se funda en una actitud moral basada en el trabajo, la resistencia y el amor y el respeto a la tierra, a los ciclos de la tierra, a sus productos y criaturas que forman parte esencial de su trabajo-vida. Sus intérpretes:

La tierra. Semillas y frutos y el trabajo que los hace producir. Arar, sembrar, cuidar, recoger, trillar, transportar. 

Los animales: el burro (uno más de la familia), las gallinas, los peces, las golondrinas en su cíclico itinerario de ida y vuelta. 

Los fenómenos naturales: el sol, el calor, el frío, la lluvia, la tormenta.

Los alimentos que proceden de su trabajo y que ellos cocinan y comen.

La casa que habitan y que ellos mismos construyen.Él y ella, el humilde Cao y la retraída y sumisa Ma, son parte también del ciclo de la naturaleza, una pieza más de su lento y continuo girar.

El amor de ellos, sustentado en el estar y el tenerse, en la confianza y el respeto mutuos. Existir ya no desde las necesidades y el punto de vista de uno, sino de dos, un destino común. Ruijun expresa con una ternura pintada con colores ásperamente cálidos su intimidad en el interior de la casa. Amor sin palabras. Cuando hablan sólo lo hacen para rememorar: cuando te vi por primera vez, se repiten el uno al otro. Amor silencioso sustentado en comer juntos, trabajar juntos, dormir juntos. Hecho de paciencia, de espera, de mutua aceptación. La ternura de reconocerse, de ser uno en dos. Amor del que está ausente el deseo. Sellado por la marca que dejan unas semillas apretadas en la piel, que significa: tú-yo-para siempre. Es terrible e incomprensible cuando de pronto sobreviene la ausencia. Cuando ella falta. Desaparece la seguridad, la fuerza de la vida compartida. Ahora la vida ha perdido su sentido, se deshace. Se vuelve al estado de ser sólo uno. 

La película más triste del mundo.

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Todo este cotidiano fluir está muy bien expresado cinematográficamente. La interpretación es magnífica, la composición de planos, la fotografía. La fuerza humana que desprende la historia.

Pero es una película difícil de aprehender, tanto para situarse con claridad en el árbol genealógico de los protagonistas como en el sistema de relaciones sociales/laborales/patronales que muestra. 

(Dejemos a un lado la confusión temporal que produce en el espectador no poder situarse históricamente durante los primeros 20 minutos, hasta que vemos aparecer un coche con las características propias de este siglo. Antes de eso podíamos pensar justificadamente que nos hallábamos en una época prerrevolucionaria o decimonónica o incluso medieval. No lo tomemos en consideración, puesto que forma parte de las estrategias narrativas del realizador hacer uso de ese juego de desorientación con el fin de provocar una impresión mayor en el espectador al sorprenderse reconociendo las formas del siglo).

Sin duda Ruijun tiene claro lo que quiere decir o dar a entender sobre la China de hoy. Se supone que conoce la situación porque es chino, pero hay cosas que rechinan.

Un campesino del siglo XXI que, por muy pobre y poco avispado que sea, maneja para sus pesadas y casi podría decirse que hiperbólicas faenas agrícolas un carro entera y absolutamente medieval, sin que nadie, ni él ni todos los demás, se lleven las manos a la cabeza. Eso ocurre en el tiempo de hoy no en un remoto país subdesarrollado, sino en el país tecnológicamente más avanzado del mundo. Un renqueante carro de madera, con ruedas de madera que literalmente se tuercen a punto de quebrarse, arrastrado por un burro famélico portando toneladas de trigo. Como si estuviéramos en el siglo XII. ¿Así está el campesinado chino 75 años después de la revolución? Aunque sólo fuera para mejorar la productividad de la región y del país ¿no resultaría lógico que las autoridades, por muy pérfidamente comunistas que sean, se preocuparan de proporcionar al pobre Cao un tractor como a los demás?

¿La poesía lo admite todo?

Una de las primeras medidas de la revolución fue priorizar la atención médica y educativa. En aquel momento (1949) la tasa de analfabetismo era casi del 90%. Actualmente ha sido eliminada entre la población menor de 50 años. En los mayores es del 2’67 %. ¿Cómo puede ser que Cao, el protagonista, de unos 40 años, que, aunque no tenga muchas luces, para esto sí le da, no sepa escribir y ni siquiera firmar si no es con su huella dactilar? ¿Esa es la realidad del campesinado chino? ¿O Ruijun hace una película en la que pretende generalizar una situación social en función de un caso excepcional?¿Qué significado tiene la situación vampírica de donación de sangre por parte del buen Cao al, eso parece, máximo empresario del distrito? ¿Forma parte eso también de la cotidianidad económica del país? ¿Es representativo del estado de la sanidad en China? ¿O debemos darle una interpretación simbólica?

En ese punto llegamos al quid del sentido profundo de “El regreso de las golondrinas”. Bajo su apariencia poética centellea una película política.

Ruijun pretende ofrecer una imagen de la realidad china actual a partir de un caso, el de sus protagonistas, del todo atípico. Pero es así como consigue poéticamente que Cao y Ma representen, en el espacio moral del “deber ser”, la normalidad humana y todo el entorno humano circundante lo anómalo y vil y mezquino. Los dos protagonistas son justos, inocentes, abnegados, sensibles y humanos, aislados en su propia burbuja de miseria e incapacidad de actuar socialmente. Los otros no se fijan en ellos o se aprovechan de ellos, son todos insensibles y desalmados. Destruyen todo lo que hacen, les chupan la sangre a los dos miserables y a todo lo vivo que ellos producen y cuidan. En el colmo de la ruindad ninguno de los vecinos se preocupa de salvar a Ma cuando esta cae a la acequia (y hay un montón mirando). Cuando Cao pregunta por ella, “por ahí estaba, ahogándose en el canal” le responden sin inmutarse ni importarles lo más mínimo. Pero, ¿esto qué es?, ¿cómo es posible?, ¿qué país es este?, ¿podemos creer y aceptar tal propuesta de tipicidad? debería preguntarse el espectador. Pero no lo hace porque todo en la película está dispuesto para que se deje impresionar (llevar) por el fatalismo poético del filme.

En un entorno tan inhumano los protagonistas se ven obligados a refugiarse en sí mismos para poder desarrollar en ese mundo cerrado todo su caudal humano. Pero, en esa situación los únicos valores reales que son capaces de sacar de sí son los del trabajo, ejercido más allá de toda medida y proporción. Trabajar y comer es lo que hacen a lo largo de toda la película. Se acogen el uno al otro para redoblar su capacidad productiva. En sí, no desean nada. Ni siquiera se desean el uno al otro, ellos que no tienen nada, que sólo se tienen a sí mismos. Desprovisto de deseo su amor es inhumano, sólo austero y productivo, necesario para acumular fuerzas para seguir trabajando más. Fuera de toda relación, de todo contacto, interés y participación con lo comunitario. Pues lo social y comunitario es para Ruijun lo corruptor, lo que disuelve las fuerzas atávicas que se resisten a desaparecer.

Al final, las autoridades locales le conceden a Cao un piso nuevo en la ciudad. De poco puede servirle a alguien para quien el único sentido de la vida es trabajar de sol a sol, sembrar y cosechar, a aquel que se entiende mejor con el burro, las gallinas y las golondrinas que con los seres humanos que le rodean.Por mucha melancolía que nos dé ver desaparecer ese mundo primitivo, es bueno que desaparezca. Pues sólo produce para uno a costa de grandes e innecesarias fatigas y sacrificios. Es un mundo arduo, inhóspito e invivible, que sólo puede conmover nostálgicamente (una nostalgia que no les pertenece porque nunca han vivido su realidad) a las clases desahogadas que viven en las ciudades y que nunca se verán en esas, las que se emocionan haciendo turismo en países exóticos y depauperados.