¿Cerrar los ojos a «Cerrar los ojos»?

Por Reyes Salve Sánchez

«Cerrar los ojos» de Victor Erice

Si tuviera que dar una primera impresión de la película, sería que me parece larga, oscura (en todos los sentidos), indescifrable, de intención fallida, adornada con una buena música y algunas notables interpretaciones, que navega en unos rincones tan personales del director, que llega a ser cerrada en sí misma y no transmite. 

Quizá tome aire cuando sale de esa sombra y aporta cierta trazas de humor.

Reseño la escena nocturna del camping con los vecinos, donde cierta «normalidad» adquiere primacía.

Otra mención es para la escena que reproduce la narración que Mike hace a su amiga-amor sobre lo que le pudo pasar a su amigo cuando desapareció, donde la gestualidad y movimientos de Julio se sitúan en un punto sin retorno, el recuerdo del portero, un recuerdo al que agarrarse y que hace desaparecer todo lo vivido como actor, todo lo posterior, todo lo que no ha tenido peso en la memoria.

Pero hay un gusto amargo ante el recuerdo y la memoria que delimitan, o mejor dicho ahogan, la trascendencia que pretende reflejar. Es como una representación de un olvido profundo e inescrutable.

Esa tristeza hace un recorrido hacia la nada, hacia la inconsistencia de la naturaleza humana.

El único filón que he encontrado como posible vía de desarrollo de la historia es la incógnita que se plantea acerca de la razón por la que alguien decide desaparecer voluntariamente, pero creo que ese camino no es el elegido por el director. Más bien vaga por un mapa tapado por la niebla.

Esto he escrito sin analizar demasiado, así de primeras.

Adendum 1

por Miguel García López

La nueva película de Victor Erice “Cerrar los ojos” produce una decepcionante conmoción.

Después de muchos años esperando una nueva película de Victor Erice, hemos elegido sin dudar ésta para ver lo que previsiblemente se esperaba como una obra maestra del maestro Erice. Frustrado propósito cuando cuesta trabajo ver la película por su duración excesiva, por su ritmo agónico y porque la conexión con la historia fílmica no llega a producirse. Así que lo que se produce es un retorcimiento espasmódico del espectador (yo).

ANEXO CRÍTICO A “CERRAR LOS OJOS”

Por Antonio Cirerol

Intentaré explicar las razones por las que considero “Cerrar los ojos” un filme fracasado.

El subtexto constituido por la supuesta película inconclusa (la película china interpuesta dentro de la película real) es un simulacro al que se le pretende investir de trascendencia argumental y temática para potenciar el misterio de la película (uso el término “misterio” en su sentido religioso, referido a un rito de culto sagrado). La referencia especular del “cine dentro del cine” es un procedimiento utilizado por Erice en sus anteriores películas como invocación al mito = momento revelador = epifanía. En “El espíritu de la colmena” de manera metafóricamente eficaz, perfectamente ligada al tema, y en “El sur” como un elemento necesario para comprender la condición emocional del protagonista. En “Cerrar los ojos” la falsa película actúa como una extensa pieza separada de la trama del filme, sin concordancia con ella. En realidad, un pastiche, es decir, una imitación infundada de un determinado tipo de cine antiguo a lo Griffith o Von Sternberg, que, pese al ostentoso cuidado que pone el director en su “puesta en escena” (dramaturgia, composición de planos, colocación y movimiento de los actores, decorados, vestuario, iluminación) es completamente superflua y carente de significación. Su sentido es meramente “estético” o, peor aún, se puede decir que actúa como un fútil guiño (o gesto) cinéfilo que hace referencia a un anterior proyecto cinematográfico frustrado de Erice (“El embrujo de Shanghai”), por más que él intente darle un sentido “revelador” como solución de la película. En sí, “el simulacro shanghainés” es completamente arbitrario: sólo cabe pensar que al director le parece que de esa forma la película resulta más esotérica y susceptible de lecturas e interpretaciones diversas.

En la supuesta e inacabada película un rico sefardí contrata a un detective para que recupere a su hija desaparecida con el solo objetivo de ver su mirada antes de morir (“la mirada del adiós”). En el filme los dos finales (el de la película real y el de la que nunca se llegó a realizar) se confunden veinte años después ante la mirada del padre real, el actor que hacía de detective en la ficticia, que un día perdió la memoria y desapareció sin dejar rastro. En la última escena de la película el amnésico mira (en primer plano) a la pantalla donde se ve a sí mismo convertido en personaje inmediatamente antes de esfumarse de su propia vida. Y el de la pantalla le mira (en primer plano) a él, al auténtico (y al espectador de las dos películas, la supuesta y la real). Es el momento del “acontecimiento” poético-epifánico-litúrgico. Miramos a la pantalla, la pantalla nos mira, el cine lleva a cabo el milagro de la revelación y cerramos los ojos. El milagro del cine restituye la memoria.   

En esta película se produce un cambio sorprendente respecto a las dos anteriores de Erice. El carácter poético y antisicologista de “El espíritu de la colmena” era absoluto y en “El sur” predominante. En “Cerrar los ojos”, por el contrario, hay una prevalencia sicologista para explicar el “misterio”, lo que fuerza a un montaje basado en el plano-contraplano, que en las otras el director había rechazado. Sin embargo, así solo consigue anular la fuerza poética que tenían aquellas películas. Aquí no es capaz de dar sentido y vida a los protagonistas de la historia. Las razones del fracaso vital que les conduce a uno al aislamiento y al otro al extravío de la memoria y la desaparición, son incomprensibles para el espectador. Lo son porque, en realidad, no conocemos nada de ellos. Ni de la existencia que ha marcado la personalidad del actor desaparecido (sus relaciones personales, su éxito como artista, los conflictos que le han llevado a la caída), ni del otro protagonista, su amigo, cuya figura sirve de hilo conductor del filme. Son personajes planos, vacíos, incapaces de sorprendernos y, lo que es aún peor, de interesarnos. Eso hace que su destino no nos importe. Y lo mismo puede decirse del resto de personajes (la hija del actor desaparecido, el amigo común, la joven pareja de vecinos, la empleada de la residencia de ancianos, las dos monjitas). Todo es y se hace largo, lento e innecesariamente redundante. Prescindible. La película se estira inútilmente, cargándose de escenas accesorias, extrínsecas (externas, no esenciales).

La razón del fracaso de la película es que su “misterio”, es decir, por qué desaparece el protagonista y por qué decide olvidarse de sí mismo, no nos interesa ni importa lo más mínimo.

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