“EL COLIBRÍ” DE FRANCESCA ARCHIBUGI

RETRATO APOLÍTICO DE UN PERSONAJE APOLÍTICO

(Por A.C.)

“El colibrí” es un ejemplo fehaciente de cómo en la obra artística no basta con tratar con cierta sensibilidad realista fragmentos aislados de la realidad, si todos estos trozos no se unen luego eficazmente entre sí para conformar un cuadro general temáticamente significativo de la vida.

Importa, sobre todo, a la hora de determinar el valor artístico de una obra, observar qué realidad se pretende reflejar y qué personajes representativos se destacan. 

Formalmente “El colibrí” desarrolla un modelo narrativo característico de la novela moderna (que el cine ha formulado escasamente porque obliga al espectador cinematográfico a hacer un esfuerzo interpretativo más laborioso que el del lector) basado en el montaje discontinuo, donde se mezclan en flashes rápidos y de manera indeterminada acontecimientos del presente con los del pasado (y al contrario); es decir, el filme se configura por medio de una sucesión de flashbacks desordenados, que en su conjunto pretenden alcanzar un sentido coherente: el de contar una vida, la del protagonista, Marco Carrera, desde su infancia hasta su muerte, aunque sin respetar el orden cronológico de los sucesos. La película empieza con una llamada telefónica traumática, el anuncio de una tragedia. Pero hasta casi el final el espectador no conocerá el sentido de dicha llamada. Entre medias se sucederán a saltos los acontecimientos que se presentan como decisivos en la vida del protagonista. Sus afectos y conflictos familiares, sobre todo, actuando como hijo azorado, hermano culpabilizado, esposo extraviado, padre amantísimo, amante platónico o abuelo tutelar; sus pequeñas y grandes tragedias; su interés por el azar (del que llegará a hacer una profesión), que se manifiesta como fortuna o fatalidad.

El problema de la película (si nos esforzamos en llevar a cabo un somero análisis sociológico del contenido con el fin de evaluar su valor temático) es que no consigue articular una imagen de conjunto coherente/consistente de su protagonista que sea socialmente significativa. El personaje Marco Carrera es un tipo conformista, dúctil, ecléctico, ataráxico, que se adapta a las circunstancias sin comprenderlas. El filme, siempre empático con su personaje, presenta tales cualidades como si fuesen virtudes, en algún sentido como si fueran las propias de un santo. Pero, de hecho, su peculiar idiosincrasia lo convierte en un ser atípico, su trayectoria vital no es socialmente relevante ni reveladora (es, por el contrario, ajena a la característica de su propia clase social), sino históricamente inexpresiva, heteróclita (fuera de lo común) y, por ello mismo, sin valor dramático-artístico.

¿Y por qué se produce esa ataxia (irregularidad) que lastra irremediablemente la película? Porque el protagonista, así como el resto de personajes y de situaciones están desprovistos por completo de entidad política, faltos de la aristotélica definición del ser humano como zoon politikón o “animal cívico/político”. Todos ellos viven en un mundo en el que la categoría económico-política, que moldea el ser y la historia, permanece ausente. Y, sin embargo, se trata de personajes que son un claro producto de su condición de clase burguesa. Por su origen, su trabajo, el lugar donde viven, su red de relaciones, sus deseos, sus sentimientos, sus pensamientos, su cultura… Pero en la película aparecen libres de determinaciones de clase (aunque se muevan en un medio burgués, mostrado como ámbito natural/universal de existencia), se obvia connotar que sus actos tienen una correspondencia clara e inmediata con su procedencia social, algo que, por ejemplo, en las películas de Antonioni o en las novelas de Heinrich Böll, dos conspicuos observadores del comportamiento de clase, queda siempre puesto de manifiesto. Son, los que conforman la fauna humana de “El colibrí”, seres completamente apolíticos y ahistóricos. La vida azarosa y trágica del protagonista transcurre en un mundo en el que fluye y pasa el tiempo, pero es un tiempo que está al margen de la historia.

La psicología de Marco Carrera es específica, pero forzada, por la pretensión novelesca del autor del libro en que se basa el filme (1) y por el guion mismo, a resultar escasamente verosímil. Lo es, arbitraria, inconsistente y del todo irrealla dedicación del personaje al juego de naipes (por más que se pretenda justificar por la confianza del protagonista en la dadivosidad que ha mostrado con él el azar desde que en su juventud se libró por casualidad de un accidente de aviación), imposiblemente convertido nuestro Carrera en un tahúr profesional de alto standing, participante habitual en timbas en las que se apuestan sumas millonarias. Se trata de una eventualidad argumental discordante e ilusoria, que sólo cumple una función novelesca para hacer “interesante” al personaje y sorprender/entretener al espectador. A la vez, arruina la consistencia y la credibilidad psicológica del protagonista. 

Es cierto que algunas escenas sueltas funcionan bien, la Archibugi (2) no es una neófita en el oficio. Es el caso de las peleas de los padres y el efecto (o shock) que producen sus disputas en los hijos; el contumazmente protector seguimiento de Marco niño a su voluble hermana mayor; la atormentada rebelión de esta contra la actitud paterna; las paranoias infantiles de la hija del protagonista; la apacible atención paternal que este le dedica (escena del baño) o la crispada secuencia del altercado/explosión de los bajos fondos emocionales entre Marco y su mujer. 

Junto a estas hay alguna otra alarmantemente mala, como el primer encuentro entre el psicoanalista (Nanni Moretti) y Carrera. De hecho, todas las escenas en las que aquel aparece (y el personaje mismo interpretado por Moretti) son poco convincentes e incluso molestas por su escasa credibilidad. De alguien que, como él (Moretti), tiene toda la pinta, si nos guiamos por sus películas como director, de conocer bien el tema cabría haber esperado más aplicación en la elaboración de su personaje. Asimismo, las relaciones entre los tres hermanos no están bien tejidas. El personaje del hermano es trivial y el de la hermana un misterio fatalista que se queda sin desentrañar (a decir verdad, pasa lo mismo con los padres). En cuanto a Marco, el protagonista, más que a un liviano y picoteador colibrí se asemeja a un saurio (de pequeño o mediano tamaño, una iguana, tal vez), quietista y de lentas digestiones emocionales, o a un mejillón pegado a la roca del conformismo y la resignación. 

Esta alegoría sobre la resiliencia y la bondad inmanente y sin sombras de un hombre común desprovisto de suelo histórico, base social y proyección política no consigue trascender el carácter de su protagonista ni pintar un retrato congruente de grupo ni de país.

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(1) “El colibrí” es la adaptación cinematográfica de la novela del mismo título de Sandro Veronesi, por la que recibió en el año 2020 el Premio Strega (el más importante galardón literario que se concede en Italia). Ya lo había ganado anteriormente, en 2006, por “Caos calmo”, que dos años más tarde fue también llevada al cine por Antonello Grimaldi, con Nanni Moretti de protagonista.

(2) Hubo un tiempo, hace ya medio siglo de eso, en el que existían los cines nacionales europeos. Aquí, por ejemplo (y en cualquier otra parte), se estrenaban un montón de películas italianas, francesas, inglesas y las imprescindibles suecas, alemanas e, incluso, tras el franquismo, de algunos países del este. Conocíamos una buena lista de sus directores, actores y actrices. Y casi nos parecía como si fueran también nuestros. Era una vida mucho más comunitaria aquella, la de antes de la UE. 

Hace mucho que esto se acabó. Como principal potencia imperialista, los EEUU han construido su hegemonía sobre tres pilares: poder económico (control del Banco Mundial y del FMI), poder militar (OTAN e industria armamentística) y poder cultural (donde Hollywood domina prácticamente el mercado mundial). Áreas clave de la mercadotecnia, como la distribución y exhibición de películas, están en sus manos. Hoy no se puede hablar de cines nacionales como antaño, pues dependen de la industria cultural global del Imperio.

En España de las películas que se estrenan (datos de 2019) el 73% son norteamericanas. El 15% españolas. El 7% inglesas. El 5% del resto de países. Es toda una colonización cultural.

Así que (es sólo un ejemplo) ¿quién conoce a esa Francesca Archibugi?, directora de cine italiana, la realizadora del filme que se ha comentado, “El colibrí”. Sin embargo, es toda una veterana, nació en 1960 y su filmografía consta de 15 títulos, de los cuales me temo que poquísimos se han estrenado en España (pero eso pasa con todos los y las directores europeos: italianos, franceses, etc.). La Archibugi ha obtenido en varios ocasiones el premio anual David di Donatello (los Goya italianos) a la mejor película y mejor dirección. Se trata, pues, de una directora (re)conocida, aunque aquí no la conozca nadie.

Actualmente, de la generación de realizadores italianos surgidos en los años 60 sólo Marco Bellocchio, con 83 años, sigue en activo. Podemos hacernos una idea del declive artístico de esta cinematografía, que durante bastantes años fue la más destacada del cine mundial, si comparamos a tres de sus principales realizadores actuales con aquellos de un pasado no tan lejano a los que les gustaría parecerse: Paolo Sorrentino, Matteo Garrone y Paolo Virzí son un pálido, muy pálido, reflejo respectivamente de Fellini, Francesco Rosi y Dino Risi. 

Mas sobre El Colibri

(Por MGL)

La película “El Colibrí” está basada en la novela reciente de Sandro Veronesi, del mismo nombre, premiada en Italia con  el premio Strega, máximo galardón en la literatura italiana. Llevar al cine esta novela ha debido constituir todo un reto para el director de la película, la cineasta Francesca Archibugi. Sin embargo la película no ha conseguido hasta la fecha ningún premio cinematográfico.

Suponemos que igual que la novela, el film nos revela una temática que la crítica ha simplificado como una “historia de vida y amor” a lo largo de décadas. A nosotros nos han parecido una historia nada relevante y poco extraordinaria.

El título de la película deriva del hecho de que el protagonista en su infancia era llamado así por sus padres por su semejanza a un colibrí por su endeblez y pequeño tamaño. Sin embargo el título de la película podría deberse al montaje elegido, ya que como si de tal pájaro se tratara la película avanza  de atrás adelante y de adelante a atrás, un sin número de veces. Aunque al principio te confunde, poco a poco va consiguiendo, a pesar de tanto flash back, crear y cerrar la narrativa con cierta coherencia.

Tiene la película un conjunto de escenas muy bien realizadas y otras no tanto. En conjunto la película  se sostiene fundamentalmente por una buena realización e interpretación.

La película, con ciertos tonos trágicos, obliga a preguntarse sobre el origen de tales comportamientos. Y lo que se describe como origen es una pareja, la de los abuelos,  una arquitecta y otro ingeniero, profesionales de éxito, burgueses enriquecidos, hostiles y violentos entre si, desatentos con sus hijos, egoístas. Perfiles descritos en algunos momentos de la película. En otros son padres convencionales. Sus tres hijos parecen de alguna forma traumatizados. La mayor, Irene, con un comportamiento patológico y depresivo se mueve hacia el suicidio sin que se describan o atisben mínimamente las causas. El hijo mediano, es el protagonista, Marcos. Dotado de comprensión y bondad. Vive las tormentas paternas y familiares con heroica paciencia y bondadosa fraternidad. El hijo menor parece un desquiciado violento.

En el marco de unas lujosas villas costeras, los adolescentes Marcos y Luisa, hija de unos vecinos, tienen una relación amorosa, casta e idealista. El amor casto de Marcos y Luisa persistirá a lo largo de toda su vida aunque se distancien y tengan otras parejas.

La noche en que se suicida Irene, Marcos, que sabe que su hermana estaba mal, está con Luisa, lo que le hace sentir culpable al tiempo que acusa a su hermano de no haber estado atento.

El hermanos de Marcos tiene relaciones con Luisa, en este caso realistas, lo que dará origen a una disputa y enfrentamiento entre hermanos y al alejamiento definitivo de este.

Marcos se casa con un bella chica del mundo aéreo, Marina. Tanto Marcos como Marina se cuentan historias falsas de sus vidas y experiencias previas. Tienen una hija.

Marcos en su consulta de oftalmólogo, es avisado por el psicólogo de su mujer, interpretado por Nani Moretti, de los problemas matrimoniales que se le avecinan.

Marina ha descubierto que este mantiene correspondencia con Luisa, su amor platónico. Se enfrenta a él acusándole de vivir esa conducta desleal y secreta. Marcos se defiende diciendo que se trata de un amor persistente y casto. Y lo justifica como la forma de no hacer daño a nadie, aunque se duela el mismo, y produzca daños a otros.

El personaje del psicólogo, que guía y conduce afortunadamente a Marcos por los caminos dramáticos de su vida, es uno de los aspectos del guión menos conseguidos. Parece una forma de incorporar a Moretti al film en un papel extraño y poco lucido.

Marina provoca a Marcos con infidelidades sucesivas manteniendo contactos sexuales con los compañeros del gimnasio.

Marcos y Marina tienen problemas con su hija adolescente, tanto por problemas escolares como por sus relaciones amorosas. La situación se agudiza cuando se preña de un compañero negro, con quien tienen una niña mestiza.

Marina resulta ser una persona muy frágil y alterable. No solo le altera la actitud de Marcos sino también el desacuerdo con los psicólogos del colegio de su hija.

Marcos pierde a su hija víctima de un accidente en una escalada

Marina terminará con un progresivo deterioro mental, e ingresada en una residencia especializada.  A partir de ahí Marcos se entrega al cuidado de su nieta.

Casi cerrando la película tenemos una larga secuencia que nos descubre que Marcos es un jugador profesional de póquer y que mantiene encuentros con otros adinerados jugadores para mantener timbas nocturnas. En un detallada partida de póquer Marcos, que lleva a su nieta en brazos, como si se tratara de un fetiche  consigue ganar cientos de miles de euros. En esta secuencia la película recuerda a “La gran belleza” de Sorrentino describiendo un ambiente nocturno y superburgués donde se dan cita el juego y la corrupción. Curiosamente después de ganar una gran suma Marcos renuncia a cobrarla dando pie a un cierto y ridículo planteamiento filosófico sobre el sentido de la vida y el valor de la riqueza.

Una escena final nos describe el desenlace vital de Marcos a quien un cáncer de páncreas solo le da opción de una eutanasia, que el ritualiza con la ayuda de Moretti. Escena lacrimógena donde el protagonista se despide de la vida y de los suyos mirando al mar desde el escenario que ya contempló en la infancia y adolescencia acompañado sentimentalmente por todos los que quieren al hombre bueno que ha sido y sobre todo por su amor platónico Luisa. Reconociendo la importancia de llevar a la pantalla un tema como la eutanasia para ilustrar como se puede dar fin a una vida noble con la dignidad debida, me parece que su inclusión en esta película es si no gratuita si que me parece no esencial o circunstancial para el tema de la película que a estas alturas no se sabe muy bien cual es.

No parece esa larga descripción de vida y amores del protagonista una narración extraordinaria, sino corriente y no extraña en entornos burgueses, de los que poco singular cabe extraer. La presunta bondad del protagonista es una forma de acomodarse y adaptarse a los acontecimientos cambiantes de su mundo privilegiado pero sin mostrar una especial valoración de orden moral.

Siendo tan largo el tiempo descrito que cubre varias décadas, desde la adolescencia del protagonista hasta su muerte, una película es un marco estrecho para afinar la historia y no marear ni cansar al espectador. Quizá podría haber sido material para una miniserie tanto para introducir orden en la descripción de toda una vida y amor, como para darle mayor consistencia y veracidad. O quizá la mejor opción podría haber sido no haberla rodado, quizá no haberla escrito.

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